19/4/11

El rincón de Chechu: Tranquilos disparos

Esta mañana he revisado una de mis cintas favoritas. ¿No les pasa que a veces se descubren con esa inquietud? De pronto se levanta uno de la cama, bebe un café con leche y sin darse cuenta lo invaden unas ganas tremendas de volver a ver cierta película. No sé muy bien por qué será; quizá nuestra mente recoja más estímulos de los que somos capaces de percibir de manera consciente, e inicie por sí sola el misterioso proceso del recuerdo. Pero en fin, qué importa cómo haya sido. Lo importante es que hoy, después de desayunar, me ha ocurrido eso. Y decido contárselo, aprovechando que es martes.

Poster Una historia de violenciaUna historia de violencia no es tan sólo la mejor película de David  Cronenberg; es, indudablemente, una obra maestra de ese cine complicado y turbio que se mueve en la mezcla de géneros. Realizar un western, un film noir, una historia épica o un musical es difícil, como la elaboración de cualquier producto audiovisual capaz de transmitir lo que se propone. Sin embargo, en este tipo de cintas hay siempre unos caminos marcados, una línea más o menos clara que delimita las fronteras del argumento, de los personajes, de los escenarios e incluso de aspectos técnicos como la iluminación o el uso del color. Por eso, cuando el objetivo es tejer una obra con mimbres de distinta procedencia, cada uno con sus características, con sus precedentes, con su fundamento teórico ya marcado, se corre el riesgo inevitable de escoger mal las pinceladas y obtener un resultado ridículo, pobre y lo que es peor, visiblemente pretencioso.

Una historia de violencia4El primer aspecto a tratar de esta formidable película es la  fotografía. Dominan los colores fríos, azulados, destilando invierno tanto por el clima como por la psicología desconocida del personaje principal. La composición es muy sobria, elegante y certera, siempre con los elementos justos y sin forzar en absoluto el encuadre; algo que se agradece en estos tiempos tecnológicos en los que el clasicismo es despreciado y se intenta innovar con los medios inadecuados. Recuerda al estilo más depurado de Eastwood, esa forma de elaborar la imagen y esa quietud de Mystic River, o a la manera de tratar los exteriores que había en Fargo. Los movimientos de cámara, por otra parte, son tan sólo los necesarios: se reducen casi con exclusividad a seguir a los personajes cuando la acción lo requiere. Abundan por consiguiente los planos fijos al más puro estilo Haneke: algo que, como ya sospecharán, me fascina desde siempre. Y es la mezcla de estos elementos la que logra crear la atmósfera clásica pero fría, el tono dinámico pero pausado, los estallidos viscerales o las miradas contenidas. El caldo de cultivo perfecto para desarrollar con pulso y determinación una buena historia de violencia.

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Viggo Mortensen solventa de forma brillante su papel de padre de familia común, honesto y bondadoso que, casado con una mujer preciosa a la que quiere con sencillez, vive tranquilamente en un pueblo de esos en los que todo el mundo se conoce y las amas de casa ofrecen pasteles al sheriff. Cronenberg, a pesar de esto, no cae en la primera tentación que hubiera dejado las costuras del filme al descubierto: mostrar en una presentación más o menos larga este mundo rutinario y sosegado para después introducir de golpe el miedo de esa otra realidad violenta de la que está compuesta la vida. Ya sólo el comienzo de la cinta, con el viaje de esos dos delincuentes hacia allí, dilapida por completo el tópico del engaño y posterior sorpresa. De esta forma el director deja que nuestros ojos se deslicen a la vez en la paz de un lugar cómodo y tranquilo y en el horror de la muerte y la frialdad del hombre, con un montaje en paralelo que se une brutalmente antes de lo que el público se espera y que sirve de detonante de la verdadera historia.

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Pero la película tampoco se deja llevar aquí, tras el primer giro de guion, por los tópicos y el recurso fácil. Continuamos viendo el primer mundo en su recuperación tras el hecho aislado que lo ha sacudido, y nos vemos envueltos de nuevo en esa atmósfera segura, aunque esta vez ya con la mosca detrás de la oreja. Así que de pronto, Ed Harris y su interpretación fría y desasosegante llenan la pantalla y se repite el choque, ahora constante e in crescendo, hasta que la realidad que Cronenberg nos ha ido enseñando a cuentagotas se diluye en esa otra marea de trajes negros y de miradas de hielo, de coches lujosos y de armas, y traga sin remedio a todos los personajes, desequilibra los cimientos de una familia admirable y deja al descubierto la dualidad de la vida a través del personaje del padre, de la madre e incluso del hijo. Y no se llega a este punto a través del conflicto entre el bien y el mal, entre la paz y la violencia; se llega al desenlace mediante la convivencia prolongada de dos extremos que en el fondo no resultan ser tan distantes como parecen.

Habiendo entrelazado así western con costumbrismo, drama con cine negro e incluso mafia con ingredientes típicos de road movie, la película llega a un clímax espectacular pero sobrio, sangriento pero elegante, cálido pero frío, sencillo pero brutal, en el que el espectador asiste a la derrota del mal y también a su triunfo.

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No les contaré nada más. Véanla si no lo han hecho ya. Siéntanse afortunados o desgraciados, afectados o entusiasmados ante esta magnífica historia de violencia. Quizás descubran dentro de ustedes las dos caras de la vida, el gesto mezquino de la mentira cubierto por la tranquilidad de un mundo que transcurre tranquilo, pacífico, feliz, en el que nada ocurre y cuando lo hace es allá fuera, en otra ciudad, en otros ambientes, en la pantalla líquida que tenemos delante, tan cerca y a la vez tan lejos.

2 comentarios:

Cristina Riveira dijo...

Cierto, y ¡vaya final!

Xoán Seca dijo...

Cada vez que leo esta sección me entran ganas de ver la película en cuestión para comprobar si estoy o no de acuerdo con el comentario. A pesar de que no coincida con la opinión del autor, siempre valoro sus argumentos brillantemente expuestos. Refrescaré mi memoria viendo de nuevo esta película y tendré presentes los comentarios. Hay algo que recuerdo de cuando la vi por primera vez y que "chirría" en mi cabeza. Creo recordar que las escenas en la mansión de su hermano, no me encajaban, no se me hacían creíbles. Lo comprobaré.