7/9/19

Érase una vez en… Hollywood – Mapa de las estrellas




Dir.: Quentin Tarantino
Int.: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Al Pacino, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Dakota Fanning, Bruce Dern, Luke Perry
¿De qué va?: Un actor de televisión de capa caída y su doble de acción se esfuerzan por alcanzar la fama y el éxito en la industria del cine durante los últimos años de la Edad de Oro de Hollywood, a finales de la década de los 60.

Reseña: Siendo Quentin Tarantino un director cuyo cine se alimenta siempre de los referentes con los que se formó artísticamente, aún le faltaba algo importante a lo que reverenciar: Hollywood, cuna del cine norteamericano que siempre le ha recibido con los brazos abiertos gracias a la férrea complicidad que ha mantenido con el gran público desde sus primeros trabajos. Aunque aún le queda por estrenar una película para cumplir su promesa de retirarse tras la décima, Érase una vez en… Hollywood tiene un toque crepuscular tanto por temática como por tratarse de la propuesta más serena y madura de Tarantino… aunque eso no implique que sea la mejor.


Esta es la historia de Rick Dalton, una estrella de cine en decadencia que, con su doble de riesgo como fiel escudero, intenta adaptarse a los cambios que se están introduciendo en Hollywood. Se da la casualidad de que Dalton vive puerta con puerta con aquello que se está convirtiendo en tendencia en su ciudad: Roman Polanski, exponente del cada vez más imitado cine europeo, y su esposa, Sharon State, actriz que se está abriendo paso en la industria y cuyo estilo está influenciado por el movimiento hippie que se había extendido por Estados Unidos en la década de los 60. Tarantino se vale de estos personajes para componer una serie de pasajes que en su conjunto forman una panorámica del aire que se respiraba en aquella época en los sets de rodaje, en las calles, en los corrillos hippies, en los cines… sin olvidar esa amenaza escondida en la figura de Charles Manson y sus acólitos que acabaría con toda esa ingenuidad y despreocupación.


Tan embelesado está Tarantino con la recreación de la época que no ha metido demasiado tijera en el montaje. Siempre ha hecho películas largas, pero pocas veces da la impresión de que falte o sobre algo. Aquí, por el contrario, hay tramas subdesarrolladas y otras alargadas en exceso. Esto es algo que se percibe más durante el visionado que a posteriori, pues al final lo que permanece en la memoria son los momentazos, que no son pocos, como el que probablemente sea de los más bonitos del cine de Tarantino, uno que encapsula de forma tan sencilla como hermosa la magia del cine: Sharon Tate (luminosa Margot Robbie) viéndose a sí misma en la pantalla de un cine y cómo el resto del público disfruta de la película. Que Quentin haya decidido quedarse con lo que simboliza Tate en vez de convertirla en un personaje complejo y con peso en la trama es un poco decepcionante, pero también lógico, pues su intención nunca ha sido rodar un biopic, y el homenaje que se le hace es bonito y respetuoso sin dejar de ser tarantiniano (ese fetichismo de pies…).


De lo que sí no puede caber duda es de lo bien que está aprovechada la histórica unión de Leonardo DiCaprio y Brad Pitt en la gran pantalla. Juntos tienen una química brutal y por separado están igual de sensacionales: DiCaprio como la estrella cuyo peor enemigo son sus propias inseguridades y Pitt como un especialista de acción fanfarrón, chulesco y misterioso. La película tiene más alicientes, como la interpretación de una magnética Margaret Qualley o la inesperada resolución de algunas situaciones, pero también deja un regusto amargo: los diálogos no siempre están a la altura de lo que nos tiene acostumbrados su director, el ritmo acelera y frena como un coche que se cala continuamente y ese tercer acto, que tanto ha gustado, me parece una concesión de Tarantino a aquellos que solo se quedan con la violencia cafre de sus películas. Que sí, que el final es de lo mejor y más divertido del conjunto, pero puede que las carcajadas histéricas del chico que estaba sentado tras de mí me hayan hecho pensar que se trata de un trazo de brocha gorda que interfiere en todo lo visto anteriormente: un Tarantino irregular, pero el más cálido y tierno hasta la fecha.

7’5/10

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