20/2/20

Solo nos queda bailar – Al son del primer amor



Dir.: Levan Akin
Int.: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Kakha Gogidze, Ana Makharadze, Nino Gabisonia, Levan Gabrava, Dachi Babunashvili
¿De qué va?: Desde joven, Merab ha bailado y ensayado en el grupo de danza nacional de Georgia con su compañera de baile Mary. Su mundo se ve fuertemente sacudido con la llegada de Irakli, que paradójicamente pronto se convierte en su mayor rival, y también en su mayor deseo.

Reseña: Las películas LGTBIQ+ se han convertido en un género en sí mismo auspiciado por un público fiel y devoto, que no es otro que el propio colectivo al que representa y va dirigido. El trabajo de visibilización realizado por ellas ha ayudado a miles de chavales que, en tiempos pre-internet, alquilaban estas películas a escondidas para ver algo con lo que podían sentirse identificados, y que no encontraban en el cine comercial (las chavalas lo tenían más complicado porque lo del cine lésbico ha ido para largo). Beautiful Boy (1996), Yossi & Yagger (2002), Mambo italiano (2003), Tormenta de verano (2004) o C.R.A.Z.Y. (2005) eran carne de videoclub, películas que mostraban el despertar (homo)sexual en diferentes culturales y países, aunque en esencia, los mimbres de sus historias solían ser los mismos: chico conoce a chico, iniciación sexual, entorno opresor, homofobia interiorizada, novia que se convierte en amiga confidente…


Solo nos queda bailar (And Then We Danced) es la adición georgiana a esa antología ancestral de ‘Queer Coming-of-Age’, de ahí que peque de pasar por la gran mayoría de los lugares comunes del género. A cualquiera que haya visto las películas citadas en el anterior párrafo o las más recientes Call Me By Your Name (2017), Moonlight (2016) o A primera vista (2014) le resultará familiar los resortes narrativos a través de los cuales se narra el despertar sexual de Merab, un joven bailarían que empieza a sentirse más atraído por un nuevo compañero que por su propia novia. No obstante, hay dos elementos que logran distinguir la película de Levan Akin respecto a sus congéneres. El primero es la danza nacional de Georgia, pues el film, además de reparar en el esfuerzo y sacrifico que esta requiere como hacía Cisne negro (2010) respecto al ballet, aprovecha su exotismo y peculiaridad, mostrando cómo es un baluarte de la masculinidad de Georgia (por muy increíble que parezca).


El segundo elemento que eleva la película es la forma en la que habla del desengaño amoroso empleando como metáfora una lesión física y posterior cicatriz de la que hay que sobreponerse para aprender, madurar, fortalecerse y seguir adelante. Esto está tan bellamente narrado como interpretado por su protagonista, el debutante Levan Gelbakhiani, quien con suma facilidad nos hace cómplices de la montaña rusa de emociones por la que pasa a lo largo de la película. Así, Solo nos queda bailar acaba elevándose por encima de los clichés sobre los que se erige como una película tan importante como aquellas que le precedieron, así como valiente y necesaria al nacer en un país tan instrínsicamente homófobo como Georgia. La representación LGTBIQ+ en el cine y la televisión nunca ha sido tan grande, pero aún queda mucho por andar bailar.

7’5/10

No hay comentarios: