30/9/19

Crónica del 67º Festival Internacional de Cine de San Sebastián




Como siempre, vamos a desgranar lo que he tenido la ocasión de ver este año en la nueva edición del Festival de Cine de San Sebastián, ya en su 67 cumpleaños. Y, por primera vez, lo haremos en forma de lista. De lo peor a lo mejor, aquí van las 19 películas.

19- Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Se trata de una película chilena que habla de la enfermedad en el seno de la pareja y de cómo esta afecta a sus relaciones internas. En este caso, entre dos mujeres cuyo amor es incondicional. En realidad, nada nuevo bajo el Sol. Pero no es esa falta de originalidad lo que me molesta. Sin irnos muy lejos, hace bien poco Fernando Franco presentaba en este mismo Festival Morir, hablando de lo mismo pero con resultados mucho más satisfactorios, y a muchos niveles. El caso es que hacía tiempo que no veía una película tan pagada de su propia pretensión y ampulosidad. En un intento fútil por manipular las emociones de los menos avezados (o del más cool, según se mire), el director José Luis Torres Leiva debe pensar que podemos tragar con los interminables primeros planos de sus actrices, y deleitarnos con ellos. Lejos de transmitir cercanía o intimismo, el espectador pierde la referencia espacial y el lirismo que despliega me empalaga, me resulta fuertemente antipático. Así pues, la película queda vacía en su pobre descripción del duelo, torpedeada una y otra vez por un ritmo en exceso moroso, sin que la belleza de sus imágenes, que no la hay, compense lo más mínimo el esfuerzo. Los personajes, en eterno compungimiento, se pasan toda la película con la misma expresión facial, y solo rompen la monotonía dos insertos de historias dentro de la historia, que si bien parecen aportarle algo de frescor al relato, la conexión con la trama principal parece algo dudosa cuanto menos, intrascendente y, en última instancia, un experimento fallido. En resumen, sencillamente podemos estar hablando de lo peor que he visto nunca en San Sebastián.




18- Zeroville
Como de experimentos fallidos va la cosa, el nuevo trabajo de James Franco, sin ser tan insoportable como el anterior, acaso es más decepcionante, viniendo de todo un (merecidísimo) ganador de la Concha de Oro. Franco nos trae la historia de un personaje amante del cine que trata de abrirse paso en el Hollywood del cambio de paradigma, aquel cuya generación de cineastas, por primera vez, bebían de influencias netamente cinematográficas. Primero como constructor escenográfico y luego como montador de cine, en lo que se intuye un homenaje a la profesión. Como planteamiento, es original, pues nos propone un juego metafílmico en el que a medida que su personaje aprende el oficio, el relato se enrarece y el montaje es más caótico. El problema es que no termina de encontrar un equilibrio adecuado entre experimentación, comedia y narrativa. Al contrario, lo que debería ser gracioso está mal ejecutado, el desfile de personajes secundarios resulta anodino, el relato se estanca en demasiadas ocasiones debido a las constantes piedras que Franco se pone a sí mismo y, en este sentido, cabe destacar su horrenda interpretación principal. Los apuntes estéticos parecen aludir al universo posmoderno de Harmony Korine, sin lograr jamás su capacidad de evocación ni su hipnotismo, y la dirección de actores, empezando por la de sí mismo, al último Nicolas Winding Refn, pero sin su coherencia interna. James Franco parece dar tumbos buscando una voz cinematográfica propia, apoyado en múltiples referentes, pero es obvio que aún no lo ha conseguido.




17- The Audition
Como músico profesional, la temática me interesaba a priori: una profesora de violín cuya constricción social forja un carácter impredecible, irritable y frustrado en esencia, y se analiza cómo esto se transmite de arriba abajo, de madre a hijo, de profesor a alumno. El sentido vertical del constructo social ya nos da una pista de que algo no se está haciendo bien, y surgirá el conflicto. Por desgracia, el drama transcurre a ritmo de tortuga, aderezado con escenas intrascendentes, de la mano de una dirección planísima y de unos actores que no me interesan. Muy mal descritos algunos secundarios, como la pareja de la protagonista, con nula química entre ambos, y deficiente manejo del drama, excesivamente opaco y escaso. En la línea de este tipo de dramas centroeuropeos, se incluyen escenas duras, que en este caso devienen en molestas para el espectador, como aquella en que hace repetir a su alumno una y otra vez un pasaje de violín. Un intento de emular a Haneke, sin la fuerza y la inteligencia de aquel. El apunte más interesante de su directora es justo el plano final, que eleva ligeramente su calidad tirando de mala baba y pesimismo.




16- The Other Lamb
En lo referente a la lista, a partir de aquí, entramos en el largo terreno de las medianías, que al final es de lo que más se nutren los festivales. The Other Lamb, película producida por, entre otras, la Zentropa de Lars Von Trier, parece ampararse en el universo estético y temático de sus producciones para narrarnos la historia de una secta en la que un líder posee toda una cohorte de acólitas sobre las que ejerce derecho de pernada. La temática sobre sectas no es novedosa, llega tarde. Tampoco su desarrollo ofrece conclusiones frescas. Por el contrario, su iconografía es pobre y sus metáforas se hallan subrayadas hasta el paroxismo. También adolece de una trama demasiado facilona y predecible, con un tono que en ningún momento termina de estar claro. Solo me interesa su ambientación, que una vez más encuentra en el bosque un elemento de misterio donde esconder al mal. Los paralelismos con Anticristo (Lars Von Trier, 2009) son evidentes, con algún homenaje directo bastante penoso. El plano final, una memez que provoca la risa involuntaria.




15- Las letras de Jordi
Estimable en su intención, Las letras de Jordi, un documental español sobre una persona con parálisis cerebral, no termina de encontrar un equilibrio adecuado en la forma de abordar el tema. Estructurado en un 80% en torno a las conversaciones de su directora con Jordi, el principal escollo al que se enfrenta el espectador es que es muy difícil que el mensaje llegue de la mejor forma por las propias circunstancias del documentado: para comunicarse, Jordi emplea un papel con todas las letras del abecedario, que va señalando una a una. A pesar de que la mirada de su directora es respetuosa, y se muestra totalmente comprometida a desentrañar el mundo interior de su protagonista, es un hándicap demasiado grande cuando se trata de buscar la mejor forma de comunicarlo. La película se estanca ahí y es imposible sacarla del atolladero formal. Lo que más me interesa, es la evolución en la relación entre entrevistado y entrevistadora, que nos muestra cómo, a través del proceso de grabación del documental, esta va obteniendo una paulatina mejora en la comprensión, van adquiriendo un vínculo mayor y la fluidez en la comunicación comienza a mejorar. Los aderezos y apuntes sobre religión no terminan de encajar bien. Por tanto, y a pesar de su conciso metraje, los alicientes no compensan.




14- Mientras dure la guerra
La nueva película del celebérrimo Alejandro Amenábar nos narra, en clave de drama histórico, los días de Unamuno en Salamanca durante la sublevación militar fascista. El talento de Amenábar se intuye más comercial que otra cosa. Sabe simplificarlo todo para, haciendo gala de un didactismo molesto, llegar al gran público, que posiblemente disfrute de este ejercicio fútil de contarnos no se sabe muy bien qué. Porque, si lo que pretendía era homenajear a Unamuno, yo me pregunto qué habrá hecho el pobre para merecer semejante trato. Vaya por delante que la tarea era difícil de base, dada la naturaleza contradictoria y compleja del personaje. Pero eso no exime a su autor de responsabilidad cuando nos describe a un Unamuno sentencioso (la cultura del zasca trasladada de forma chabacana a los años 30), huraño pero bonachón, cuyo único afán es no mojarse hasta que, y solo exclusivamente por eso (bueno, y también si alguien “redacta mal”), secuestran a sus dos amigos. Las ideas que pone en su boca son igualmente pobres y diría que hasta peligrosas, como lo de que en España “unos y otros tienen parte de culpa, izquierda y derecha siempre discutiendo”. Si pobre es el retrato de Unamuno, caricaturesco es el de los militares del bando nacional, mención especial a un Millán Astray horrendo, escrito equivocadamente como descargo cómico. La producción de cartón piedra y su escritura deficiente hacen que, en resumen, no me crea nunca el guiñol, pero, lo que es peor, que me resulte hasta vergonzoso por momentos.




13- Y llovieron pájaros
La directora canadiense Louise Archambault nos trae este drama sobre un grupo de viejos ermitaños, su forma de afrontar la vida, y cómo acaban “adoptando” en su pequeña comunidad, de forma improbable, a otra anciana con enfermedad mental. La ternura con la que relata algunos de sus pasajes contrasta con el convencionalismo en las formas y con la excesiva reiteración de algunas ideas, como hacer cantar en demasiadas ocasiones a uno de sus personajes, empleando la música para transmitir su mundo interior. Acaba cansando. Eso sí, cuando la cámara se aleja del lago donde viven los ermitaños, la película pierde muchos enteros, amén de los personajes de la fotoperiodista y del trabajador del hotel, cuya relación está mal escrita y carece de interés. Al final, tenemos una película que no molesta, y quizá ese es precisamente su punto débil, cóctel descafeinado, plagado de decisiones dudosas y con un metraje inflado que no termina de convencer. Nadie la recordará.




12- Los miserables
Recientemente premiada en Cannes, Los miserables es un drama social francés de Ladj Ly sobre la delincuencia en el barrio de Montfermeil en París. Posee una estructura narrativa algo amorfa; la película avanza con un drama central algo pobre y con una trama que recuerda a otras cosas que ya has visto antes (Training day, por ejemplo), pero con un esquema formal reiterativo y plano. Se tiende al maniqueísmo y, por ende, a la simplificación en la construcción de los arquetipos, amén de todo un desfile de secundarios anodinos. También a la exageración de los elementos descriptivos de la miseria y a la recreación excesiva en los mismos. Cuando, en determinado punto de la película, esta parece que va a terminar, aún prosigue casi 20 minutos más, en una jugada que, ciertamente, me descoloca, pero me acaba convenciendo acaso porque son las escenas de más fuerza de todo el metraje. Lástima esa tendencia al tremendismo y a la moralina más burda, al estilo de American History X, que destruyen una película en la que se intuye el talento, pero puesto al servicio de la espectacularidad y la manipulación.




11- Sorry We Missed You
Con defectos similares, este otro drama social, ahora del británico Ken Loach, recuerda más a las películas de los Dardenne por temática. Pero, ante todo, es un guion más de Laverty al servicio de Loach, para lo bueno y para lo malo. Tocaba ahora hablar del problema de los falsos autónomos trabajando para empresas como transportistas sin apenas derechos laborales. Brillante el arranque, en el que se describe la situación del protagonista a través de una simple entrevista de empleo (“no trabajas para nosotros, trabajas CON nosotros”). La trama, como casi siempre en Loach, es una excusa para hablarnos de la eterna lucha del proletariado frente al capitalismo voraz. Para mostrarlo, Laverty describe personajes, familias, eternamente al borde del precipicio, inermes ante cualquier contratiempo. Pero es precisamente su tendencia a recrearse en la miseria de la familia protagonistas lo que hace que se atasque. Me es difícil creer tanto contratiempo. Mientras, aderezos de sentimentalismo barato y obvio trufan la historia de este héroe moderno que lucha por sacar adelante a su familia, enfrentado a un trabajo alienante y a un hijo rebelde pero bueno en el fondo. Demasiado simplista.




10- Patrick
Aunque por los pelos, más pasable es esta película portuguesa sobre un chaval de 20 años que fue secuestrado y arrancado de su familia con 8. El nombre de Patrick es empleado durante la película como sinónimo de una nueva identidad, forjada durante los años posteriores a su secuestro, en contraste con Mário, su nombre de nacimiento. Este dualismo se explora a través de un viaje a su infancia, reencontrándose con una madre que también perdió algo de sí misma cuando Mário desapareció. Nunca volverá a encontrar lo perdido. En este sentido, la película es rica en su escritura y me interesa la hondura de sus dolorosas conclusiones. Interesantes son también los apuntes en torno a su tormentosa relación con el secuestrador. El problema principal es formal. La dirección, demasiado plana, y sus imágenes, de irregular calado, no ayudan a hacer más digerible el trago. Tampoco el exceso de hermetismo en la escritura del personaje principal, irremediablemente antipático, a pesar de que es el motor de las emociones del film. Esto, unido a un ritmo moroso que se deleita demasiado escudriñando los rasgos físicos de su protagonista y sus intrascendentes desplazamientos, más algún que otro agujero de guion, la hace una película difícil, y torpedea el fluir de la trama. Los momentos mejor dirigidos, donde más se intuye el genio detrás de la cámara, son aquellos que describen la relación con su prima, de lo poco realmente bello en Patrick.




9- Proxima
El contrapunto a la recién estrenada Ad Astra, que explora la relación paterno-filial, es esta película francesa de la directora Alice Winocour sobre una astronauta, interpretada por la fantástica Eva Green, que se dispone a realizar su primera misión larga en el espacio, teniendo que lidiar por el camino con los problemas habituales de ser madre y mujer en un mundo mayoritariamente dominado por hombres. El homenaje es pertinente y realizado desde una sensibilidad bien medida. Por el camino, algunas ideas interesantes, como ese momento en que los niños descubren por primera vez el significado de la muerte, que algún día ellos y sus padres morirán, o el miedo a la separación, brillantemente reforzado por la idea del astronauta que despega de la Tierra. Muy bien rodada la relación entre los personajes de Eva Green y su hija, interpretada por Zélie Boulant, transmitiendo complicidad y ternura. Lástima que la emotividad nunca termine de alcanzar altos vuelos. En determinada escena, recuerdos a París, Texas, el espectador se encuentra buscando un clímax emocional que no termina de llegar del todo. En parte, la interpretación comedida de Green funciona, pero la encuentro perdida a la hora de transmitir sentimientos profundos. Tampoco termino de creérmela del todo como astronauta. Menos aún a Matt Dillon, perfecto como asesino en serie en La casa de Jack, pero errático en este papel. El tramo final, con el momento del despegue del cohete, es bello y emocionante, acaso lo que más de la película, pero inmediatamente después Winocour añade un epílogo innecesario que no aporta nada.




8- La verdad
La nueva película de Koreeda, en lo que ya viene siendo una tradición anual en San Sebastián, traslada con éxito a Francia el mundo fílmico del nipón, a través de la historia de una vieja actriz de éxito y las rencillas internas con su hija. Protagonizada por Catherine Deneuve en uno de los mejores papeles que le recuerdo en mucho tiempo, y por Juliette Binoche, algo más intrascendente, la comedia suave y el drama amable pero hondo que suelen vertebrar las películas de Koreeda se amoldan a la perfección a esta historia sobre la mentira, el orgullo y la mascarada en el seno de una familia acomodada francesa. El japonés tiene sobrado talento para narrar, para hacer avanzar sus pequeñas historias sin que perdamos interés. Deneuve, que parece de algún modo haber asimilado los gestos (y también la escritura) de los personajes habitualmente interpretados por la ya fallecida Kirin Kiki, musa de Koreeda, se echa la película a los hombros, como personaje central sobre el que orbitan el resto, con algún paralelismo con la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses. También es interesante observar cómo el japonés, con una tradición fílmica que bebe sobre todo de Ozu, asimila una sensibilidad más europea sin perder en ningún momento su esencia. La ausencia de concesiones al espectador y tal vez de mayor hondura en el tratamiento del drama (no me termino de implicar o emocionar del todo nunca) la hacen algo olvidable, pero es sin duda otro éxito, aunque moderado, en la excelente filmografía de su autor.




7- Monos
Elegida por Colombia para representarles en los Óscar, Monos es una película feroz y con nervio que narra la historia de un pequeño grupo paramilitar formado por adolescentes que han secuestrado a una mujer americana. La estilización de manos de su director Alejandro Landes está medida con precisión de cirujano: en todo momento elige la fotografía adecuada, el movimiento de cámara adecuado, o el plano fijo cuando es requerido. También la disposición de los elementos en el cuadro se halla perfectamente estudiada. Todo esto coadyuva en una película que destila rabia y fuerza, una extraña belleza de la violencia, del terror. Las interpretaciones son fantásticas, pocas veces unos actores tan entregados a sus papeles, rayan lo doloroso, tan físicos pero también con sentimientos al borde del colapso. La música es un elemento que genera tensión con una creatividad reseñable. El problema de Monos es que la trama parece estancarse en demasiadas ocasiones, y añadir elementos de repetición, o formularios, en otras tantas. El aporte de exotismo le viene muy bien a la mezcolanza de referentes, que van desde La chaqueta metálica, pasando por El señor de las moscas o, incluso, Defensa, de John Boorman. Una película más que estimable.




6- El tiempo contigo
Tras el exitazo internacional de Your Name, Makoto Shinkai, erigido en uno de los nuevos máximos referentes del anime tras la (¿)retirada(?) de Miyazaki, se propone repetir el éxito de aquella (como muestra, su elección por Japón para representarles en los Óscar) empleando la misma fórmula: una historia de amor central entre dos adolescentes en la que media algún tipo de elemento fantástico. En este caso, la protagonista (aunque la película se posiciona en el punto de vista del chico) posee el poder de manipular la meteorología a su antojo. En un Japón eternamente lluvioso, ella es la única persona que puede traer la luz. La metáfora funciona a la perfección en la lógica interna de la película. Sin embargo, lo que en Your Name redundaba en una variedad de situaciones divertidas, aquí pronto se hace repetitivo. Reconozcámoslo, la nueva idea da menos juego, o al menos está algo más desaprovechada, que el intercambio de cuerpos de Your Name. Mientras que el preciosismo del dibujo de Shinkai sigue desarmando al más duro, el sentimentalismo llega a estar tan subrayado, sobre todo a través de la tramposa música, que acaba empalagando. Una mezcla de sensaciones curiosa en la que a veces la cantidad de azúcar es aceptable (a nadie le amarga un dulce, que se dice) y, en otras, corremos riesgo de contraer diabetes tipo 2. En su tendencia al exceso, le cuesta mucho despedirse, e incluso recurre a la misma fórmula que en Your Name. Con todo y con eso, los amantes del buen anime encontrarán en El tiempo contigo un producto casi de culto, siempre a remolque del anterior éxito de Shinkai, pero muy por encima de la media actual.




5- First Love
De la extensísima carrera de Takashi Miike poco se puede decir. Que tiene películas buenas y películas menos buenas. Pero todas poseen un elemento común: un autor libre divirtiéndose, haciendo lo que le da la gana. Hasta cuando tocan películas “serias”. First Love no entra en este último catálogo, pero por poco. La trama central, un boxeador mediocre se ve envuelto en un alocado entramado de mafias donde intervienen la yakuza, la Tríada y la policía, resulta algo insustancial. Pero no preocuparse: se trata de una mera excusa para que Miike exponga su repertorio habitual, de forma más mesurada. Al tratarse de una trama más o menos convencional, la película es más accesible que otros experimentos mucho más radicales de su autor, pero los que veníamos a ver una película de Miike no podemos sino salir satisfechos con el espectáculo. El humor slapstick marca de la casa se combina a la perfección con una trama que avanza a un ritmo frenético gracias a su ligereza (nada de la ampulosidad del cine coreano). Miike se las apaña para salir indemne de situaciones que, en manos de otros, habrían resultado ridículas cuando menos. Quizá le eche en falta mayor personalidad para acabar de disfrutarla del todo; sigo admirando más al Miike radical de Visitor Q o, incluso, de Yakuza Apocalypse. Pero el nipón tiene la capacidad de que sus películas, sean como sean, siempre apetezcan, siempre entren bien. Desde esa base, First Love es decididamente superior a la media.




4- La trinchera infinita
La nueva película de los directores de Handia, esta vez formando una sólida terna, algo bastante poco común, traslada la acción del País Vasco a una Andalucía opresiva, descrita magistralmente a través de la puesta en escena, y nos narra la historia de un concejal republicano en un pueblo que, al estallar la Guerra Civil, se ve obligado a esconderse en un agujero de su casa. Parece ser que no fueron pocas las historias de personas que tuvieron que permanecer escondidas prácticamente media vida con temor a ser apresados por el régimen fascista. Topos, les llamaron. Al temor a ser apresado, se suma la paranoia tan bien retratada en la película a que cualquier persona del pueblo te pudiera delatar. Magistralmente interpretado por un Antonio de la Torre que, lejos de cansarse de ofrecernos trabajos impecables, aquí se supera, y por una Belén Cuesta que sigue demostrando ser una de las actrices españolas del momento (por momentos, incluso supera a su partenaire), los directores consiguen que nos interesemos por el devenir de los acontecimientos durante las, en ocasiones agotadoras, dos horas y media de película. El ritmo, no obstante, es bueno, trufado de escenas de tensión, pero también hondura en su tratamiento de los problemas de pareja y del universo interno de ambos. La evolución de la situación, en un principio desesperada y tratada en clave de suspense, deviene en kafkiana a medida que avanzan los minutos y no se termina de resolver. La película se ha podido ver envuelta en cierta polémica porque el marcado acento andaluz impide en ocasiones el correcto entendimiento del texto. En este sentido, creo que a La trinchera infinita le sienta perfectamente sacrificar un poco el entendimiento del texto (problema que se acaba solucionando a los 30 minutos una vez que se te ha hecho el oído) en favor de la verosimilitud y la cercanía. Sin duda, una decisión acertada de sus directores que prefieren una dirección de actores más naturalista a la habitual declamación teatral que, sin irnos muy lejos, hace que no me crea nada, como decía, a Mientras dure la guerra.




3- Lo que arde
Ya son unas cuantas las películas españolas que están confirmando el 2019 como un gran año para el cine patrio. Dolor y gloria, La virgen de agosto, la propia La trinchera infinita y, también, Lo que arde, lo último del director de origen gallego Oliver Laxe. Como en sus trabajos anteriores, Laxe nos presenta un producto a caballo entre el documental y la ficción. Los límites son difusos, pero tampoco es necesario definirlos. Se trata de la historia de un hombre que sale de la cárcel tras cumplir condena por pirómano de montes en la Galicia rural, y regresa a vivir a la casa de su sufrida madre. Ambos personajes se interpretan a sí mismos. Su construcción es fascinante: él, un soltero de montaña (como lo describe el director), frágil, que sale de una prisión para meterse en otra, fruto del desarraigo, de la sensación de no pertenecer ya a ningún lugar, al menos en lo sentimental; ella, una mujer muy mayor pero contrastantemente fuerte. La mirada de Laxe es aséptica en su acercamiento a los personajes, algo distante, documentalista, pero busca la belleza en los pequeños gestos cotidianos, se recrea en las duras labores de esta gente de campo y es ahí donde encuentra su verdadera fuerza. La evolución de la trama encuentra un enlace orgánico entre costumbrismo y denuncia (en este caso, de la terrible situación de la Galicia asolada por los incendios), pero sin aspavientos, dejando que las rabiosas imágenes hablen por sí solas. El espectador no puede sino asistir hipnotizado a este mundo de belleza mágica que despliega Laxe, siempre apoyado en la espléndida y sufrida fotografía de Mauro Herce. El magistral tratamiento de la elipsis cinematográfica desemboca en un desenlace pesimista que, aunque se ve venir, es tan elegante como demoledor.




2- Parásitos
Flamante ganadora de la Palma de Oro, la sección Perlas del Festival nos trae la última película del coreano Bong Joon-ho, el que quizá sea su trabajo más maduro en una filmografía ya de por sí estimabilísima, en la que el coreano demuestra ser uno de los directores más creativos del panorama mundial. En Parásitos, una familia humilde en la que todos sus miembros están en paro, se las apaña para tejer una red de recomendaciones y conseguir empleo en la casa de otra familia rica mediante engaños. El despliegue narrativo y el trabajo de puesta en escena durante la primera hora de película son magistrales. Los actores están tiernos y creíbles en ese retrato algo marciano, humor absurdo y socarrón siempre presentes, de dos mundos completamente opuestos, que deviene en discurso político sin desentonar. Bong Joon-ho es capaz de transitar entre géneros de manera totalmente orgánica, y parte de la culpa lo tiene su excelente manejo del espacio fílmico. En este sentido, el coreano debería ser estudiado en todas las escuelas de cine. Sus planos rafaelianos poseen una tremenda riqueza de capas; el estudio de los elementos de la escenografía está muy medido, haciendo que, según conviene, formen parte de la narración o sean mero decorado; y los movimientos de cámara, elegantes pero al servicio de una comicidad muy personal. Lástima esa tendencia al exceso habitual en el cine coreano que lleva a Joon-ho a estirar de más su película, por la vía de la ampulosidad y el trascendentalismo exagerado. Empaña algo el resultado final, pero el viaje merece mucho la pena.




1- El faro
Llegamos por fin a la joya del Festival en la que será probablemente una de las mejores películas del año. El faro, nueva película de Robert Eggers tras el éxito de La bruja, cuenta esta vez la historia de dos fareros atrapados en su isla en una suerte de situación buñuelesca. La película posee un aroma especial, sobre todo en su clara evocación a Lovecraft por la vía del homenaje formal al cine mudo y al cine gótico clásico, de forma similar a como lo haría la pequeña película La llamada de Cthulhu. En este sentido, el formato elegido no solo es empleado para describir con más precisión lo claustrofóbico en el relato, porque eso se puede conseguir por otros medios también, sino para aportar un aroma especial a la cinta. Y si de algo anda sobrado El faro es de eso tan difícil de describir como “atmósfera”. El diseño de sonido (la banda sonora en general) es magistralmente subyugante y trabaja en esa dirección. Por otro lado, tenemos un duelo actoral de primer nivel, como hacía tiempo no lo veía, que unido a un manejo de los espacios como elemento alienante de los individuos especialmente intenso, te mantienen pegado a la butaca, hipnotizado, temeroso de lo que va a suceder a continuación. Los ligeros toques fantásticos, así como sus golpes de efecto, están bien medidos y orgánicamente dispuestos a lo largo de la cinta. La espiral de locura de los personajes está descrita con furia e interpretada con rabia; tanto Willem Dafoe como Robert Pattinson son dos actores que me encantan y me es imposible quedarme con uno en este caso. Contrasta la cadencia pausada del autor, muy al estilo de lo que veíamos en La bruja. A pesar de ese ritmo en apariencia moroso, la película avanza con virulencia, se cuela por las rendijas casi sin que nos demos cuenta. La estructura narrativa, similar a la de aquella película, es un desagüe por el que los hechos desembocan indefectiblemente hacia el horror, final valiente y magnífico. Como La bruja, desde ya, clásico instantáneo.


25/9/19

O.C: La mujer del aviador (1981)

¿De qué va?: François es un joven estudiante que se queda devastado cuando descubre que su novia le está engañando con otro. Para descubrir por qué lo ha hecho, decide espiarle a él con la inesperada ayuda de una adolescente que conoce por casualidad.

Reputación: Tras completar su serie de cuentos morales en 1972 con El amor después del mediodía, Éric Rohmer dedicó el resto de la década a filmar adaptaciones de libros históricos: La marquesa de O (1976) y Perceval le Gallois (1978). Al comienzo de la década de los 80, el director volvió a escribir su propio material y con La mujer del aviador (La Femme de l'aviateur) dio inicio a una serie de películas titulada Comedias y proverbios, siendo “Es mejor no pensar en nada” el proverbio que acompaña a esta historia. Durante una retrospectiva que se dedicó a su obra en la Filmoteca francesa en el 2004, Rohmer declaró que la inspiración para el film le vino de recuerdos de su juventud; aunque a menudo le decían que en la cinta mostraba relaciones modernas, él la había escrito en el año 1945. El rodaje se llevó a cabo en escenarios reales de París, como el parque de Buttes Chaumont, donde Rohmer había rodado en el año 64 su cortometraje Nadja à Paris. La nota trágica viene por su actor protagonista, Philippe Marlaud, que con 22 años murió pocos meses después del estreno de la película, en un incendio que se produjo en su tienda de campaña.


Comentario: Recientemente, me vi forzado a hacer maratón de películas de Rohmer dado que muchas abandonaban el catálogo de Filmin. No todas sus historias me encantan pero sí que me siento confortable rodeado de sus personajes, elocuentes a la hora de describir sus sentimientos y resabidos en el amor, aunque en la mayoría de las ocasiones fracasen estrepitosamente. Es lo que tiene formar parte de películas basadas en proverbios. En el caso de La buena boda (1982), era de esperar que el plan de la protagonista de casarse pronto sin tener pareja no iba a ser muy exitoso, lo mismo que le ocurre a la heroína de Las noches de la luna llena (1984) al conservar su piso de soltera pese a haberse mudado con su novio para no ser privada de su libertad. En La mujer del aviador, lo más divertido se produce cuando entra en escena Lucie (Anne-Laure Meury), una pizpireta adolescente que se lo pasa pisa acompañando a François espiando al ex-novio de su pareja y a una chica misteriosa mientras hacen conjeturas desde la distancia de lo que puede estar pasando entre ellos. La moraleja no puede ser más sencilla pero nunca la terminamos de aprender: no hay que comerse mucho la cabeza, que las cosas no suelen ser como las imaginamos. Las historias de Rohmer parecen anécdotas de lo sencillas que son, pero su gran valor reside en las lúcidas reflexiones que surgen a raíz de los vaivenes sentimentales que plantean, tan vigentes entonces como ahora.

Próximo visionado: ¡Jo, qué noche! (1985)

23/9/19

Blinded by the Light – Todas las canciones de The Boss hablan de mí



Dir.: Gurinder Chadha
Int.: Viveik Kalra, Hayley Atwell, Dean-Charles Chapman, Nell Williams, Kulvinder Ghir, Aaron Phagura, David Hayman, Meera Ganatra, Nikita Mehta
¿De qué va?: En 1987, Javed es un joven musulmán que descubre la discografía de Bruce Springsteen. Tratando de escapar de su ciudad natal y de las reglas tradicionales de su hogar, Javed se encuentra entre dos mundos, buscando su verdadera identidad al ritmo de las canciones de su ídolo mientras con su padre, que no le pondrá las cosas nada fáciles.

Reseña: Uno de los taquillazos sorpresa del 2002 fue Quiero ser como Beckam, comedia en la que una joven británica de origen indio intentaba cumplir su sueño de ser futbolista intentando no ofender a su conservadora familia. Diecisiete años después, su directora, Gurinder Chadha, se ha valido de las memorias del periodista Sarfraz Manzoor para tejer una película con los mismos mimbres que el mayor éxito de su carrera hasta la fecha. En esta ocasión, se trata de un chaval británico de origen pakistaní que aspira a convertirse en escritor pese al rechazo de su autoritario padre. Pero si por aquel entonces, la joven que soñaba con ser futbolista tenía su cuarto empapelado de posters de David Beckam, en Blided by the Light es Bruce Springsteen quien actúa como fuente de inspiración del muchacho.


Consciente de que se trata de una fórmula de éxito atemporal, Chadha ha utilizado los mismos ingredientes, que por otra parte, también han servido para confeccionar cientos de historias similares sobre jóvenes talentosos de origen humilde que aspiran a triunfar. Ni siquiera falta a la cita la figura de la profesora exigente y motivadora, encarnada por la siempre maravillosa Hayley Atwell. El factor diferenciador se encuentra en la concienciación de la clase obrera (la sombra de Thatcher es alargada) y en ese mensaje tan bonito y certero sobre el poder que posee el arte de lograr que se establezca un vínculo entre una obra y alguien que sea completamente ajeno en cuanto a cultura, etnia, o procedencia. Esto queda muy bien representado en el momento en el que Javed escucha a Springsteen por primera vez y siente que sus canciones hablan sobre lo que él nunca se ha atrevido a expresar en voz alta. Es una lástima que a partir de entonces, la película se limite a machacar la misma idea hasta perder parte de su lustre.


Y es que Javed se va a poner muy pesado con Springsteen. Muchísimo. Cambia su look, conquista a una chica cantándole sus canciones, trabaja con el walkman puesto e incluso sale de fiesta y sigue escuchando a Springsteen con sus auriculares. Javed fui yo cuando de pequeño me obsesioné por los Power Rangers y quería cambiarme el nombre por el de uno de ellos, veía los capítulos en VHS una y otra vez y me tiraba a la piscina imitando sus poses. Javed también es aquel que menosprecia la música que escuchaba antes, y aunque le aleccionen por ello, su recién adquirida obsesión por aplicar la filosofía de ‘The Boss’ a cada aspecto de su vida acaba resultando agotadora y cargante, pese al esfuerzo y la simpatía del actor que lo encarna, Viveik Kalra. Y en cuanto al conflicto familiar, conocemos de sobra los derroteros por los que va a ir: da igual el bagaje cultural, al final siempre prevalece el amor entre padres e hijos. Parecía que Blinded by the Light podría darnos todo lo que no nos dio la decepcionante Yesterday, pero es otra comedia genérica con buenas intenciones y poco que aportar más allá de los clichés de siempre. Para películas sobre jóvenes oprimidos inspirados por la música, siempre podemos contar con la más meritoria y genuina Sing Street (2016).

5’5/10

21/9/19

Ad Astra – El hijo pródigo sideral



Dir.: James Gray
Int.: Brad Pitt, Tommy Lee Jones, Ruth Negga, Liv Tyler, Donald Sutherland, John Ortiz, Kimberly Elise, Loren Dean, Donnie Keshawarz, Bobby Nish, Sean Blakemore
¿De qué va?: El veterano astronauta Clifford McBride desapareció hace más de 20 años en una misteriosa misión en el espacio en busca de vida. Su hijo Roy, de misma profesión, es contactado por la NASA para ayudarles a descubrir lo que le ocurrió exactamente y afrontar una desconocida amenaza que ha puesto en riesgo la permanencia de la humanidad en nuestro sistema solar.

Reseña:  En La noche es nuestra (2007), Joaquin Phoenix se debatía entre su club nocturno y su chica o la lealtad a su familia, intrínsecamente ligada al cuerpo de policía. En Z. La ciudad perdida (2016), Jack Fawcett (Tom Holland) se unía al último viaje de su padre al Amazonas, en un intento por comprender y compartir la obsesión que tenía este último por hallar una ciudad legendaria construida en oro. Las relaciones paternofiliales complejas han sido una constante en la breve e infravalorada filmografía de James Gray, llevándolas del noir al cine de aventuras clásico y ahora, hasta el borde del Sistema Solar. Ad Astra es la culminación de ese afán de Gray por explorar la sinergia entre un padre y su hijo, las responsabilidades y bagajes que se heredan, y el afecto y la ausencia de éste cuando hay un abismo emocional que les separa.


Al igual que Z. La ciudad perdida, Ad Astra tiene como epicentro a un hombre con una misión imposible, con la que se ha obsesionado tanto que la sociedad humana ya no es un lugar confortable para él. Hay muchas similitudes temáticas entre sendas películas pero lo que cambia es el punto de vista: si en Z permanecíamos siempre junto al padre obcecado, en Ad Astra estamos junto al hijo cuya vida se ha visto irremediablemente marcada por la ausencia paterna, y que intenta seguir sus pasos intentando acercarse a él de alguna manera. La película presenta un futuro en el que el ser humano ya ha emprendido la conquista espacial, pero Gray no está tan interesado en explicar el contexto como en crear la atmósfera perfecta al viaje físico y emocional que realiza su protagonista. De la humedad y la neblina del Amazonas profundo ha pasado a la oscuridad del espacio, las naves y estaciones espaciales asépticas y la aridez rojiza de Marte. Un trabajo visual portentosamente iluminado por Hoyte van Hoytema, y punteado por las bellas y melancólicas partituras compuestas para la ocasión por Max Richter y Lorne Balfe.


Con Ad Astra, Brad Pitt consigue trabajar al fin bajo las órdenes de James Gray tras un par de intentos fallidos (sí que le produjo Z). Pues bien, con esta ya van dos interpretaciones que nos brinda este año que pueden considerarse como de las mejores de su carrera, completamente diferentes entre sí pero igual de rotundas. Siendo una película que se sustenta en un viaje eminentemente introspectivo, Pitt manifiesta a través de su mirada el cansancio, la decepción, la tristeza, la frustración, la confusión, la rabia y todo el espectro de emociones que experimenta su personaje a lo largo de su periplo. Le ayuda su propia voz en off, aunque en ocasiones, se limite a verbalizar emociones que ya somos perfectamente capaces de comprender a través de la interpretación de Pitt. Tommy Lee Jones también está muy bien como ese padre misterioso al que solo conoce a través de recuerdos de niñez y videodiarios, mientras que siempre es un placer ver a Liv Tyler, Ruth Negga y Donald Sutherland aunque sea en papeles pequeños y funcionales como los que realizan aquí, pues la película pertenece en su totalidad a un Brad Pitt en mejor forma que nunca.


Podría parecer que Ad Astra es la película con la que James Gray se ha abierto al cine comercial, pero nada mas lejos de la realidad. Aunque pueda ser catalogada en el género de la ciencia ficción y pueda haber costado más que el resto de todas sus películas juntasm no ha renunciado a su estilo, sus temas y su particular cadencia; esa por la que muchos acusarán a la película de ser lenta, pese a que tenga más pasajes de acción de lo que cabría espectacular, y tan bien rodados como el que sucede en la Luna (ya había una escena de persecución brutal en La noche es nuestra). Gray bebe de las fuentes de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, de 2001: Odisea del espacio (1968) y de sus trabajos previos para crear, puede que no su mejor obra hasta la fecha, pero sí la más espectacular y concluyente sobre su fijación por los lazos familiares, la deshumanización de la sociedad y el precio de las obsesiones enfermizas. Porque en Ad Astra hay un sentimiento que no tenía cabida en sus anteriores trabajos: esperanza. Tan solo necesitaba viajar a las estrellas para encontrarla.

9/10

19/9/19

O.C: Kes (1969)

¿De qué va?: Billy Casper es un muchacho que vive en un pequeño pueblo de Yorkshire. Fracasado en los estudios, con pocas esperanzas de llegar a ser alguien, e intimidado en su entorno familiar, gana algo de dinero dedicándose a hacer pequeños robos. Un día, Billy encuentra un pequeño halcón, al que llama Kes y decide cuidarlo para hacerle volar.

Reputación: Adaptación cinematográfica de una novela de Barry Hines, quien también se encargó de escribir el guion junto al director, Ken Loach, que por aquel entonces firmaba sus trabajos como Kenneth Loach. El único actor profesional del reparto era Colin Welland (el profesor de inglés de Billy). El resto era amateurs, incluido el director de la escuela, que se dedicaba precisamente a eso en la vida real en un centro cercano.  El protagonista, David Bradley, desarrolló a posteriori una prolífica carrera como actor tanto en el cine como en el teatro y la televisión. Algunos de sus papeles más famosos son el de Argus Filch en la saga de Harry Potter y el de Walder Frey en Juego de tronos. El dialecto de Yorkshire que se habla en el film es complicado de entender para muchos angloparlantes; tanto es así, que algunas escenas fueron redobladas para el estreno de la película en Estados Unidos. Igualmente, el film se utiliza a menudo para las clases de inglés, puesto que es menos común hoy en día escuchar el dialecto antiguo de West Riding. El film fue producido durante la decadencia de la industria minera de carbón en Inglaterra, al ser este mineral sustituido cada vez más por petróleo o gas. Poco después de su estreno, el yacimiento de carbón de Yorkshire donde se rodaron varias escenas estuvo paralizado dos semanas por una huelga que obligó al gobierno a incrementar los salarios.La película fue nominada a 5 premios BAFTA de los cuales ganó dos: mejor actor de reparto (Welland) y promesa (Bradley).


Comentario: Kes es, junto a La soledad del corredor de fondo (1962), el ‘Coming-of-Age’ británico por excelencia. Rodada bajo los principios de austeridad y realismo del movimiento Free Cinema, cuenta la historia de un chaval solitario que es maltratado tanto en casa como en la escuela, y que parece destinado a trabajar en la mina de carbón local pese a no albergar ningún interés en ella. Todo cambia cuando descubre a un cernícalo y decide entrenarlo, desarrollando una vocación a la que solo le presta atención su profesor de inglés. Película pequeña que hace un retrato gris y deprimente de la vida en los pueblos británicos, a cambio de dar una optimista lección sobre la educación, y de cómo cualquiera puede alcanzar la realización personal si da con lo que realmente le apasiona y cuenta con apoyo. En este caso, que se trate de entrenamiento de aves no es algo casual, sino una metáfora de las ansias de Billy por ser libre y echarse a volar muy lejos de ese entorno opresor que nunca le ha dado la más mínima oportunidad. Ojalá haya conseguido escapar.

Próximo visionado: La mujer del aviador (1981)

18/9/19

It. Capítulo 2 – La pesadilla de crecer



Dir.: Andy Muschietti

Int.: Bill Skarsgård, James McAvoy, Jessica Chastain, Bill Hader, James Ransone, Jay Ryan, Isaiah Mustafa, Andy Bean, Xavier Dolan
¿De qué va?: Han pasado casi 30 desde que el Club de Perdedores se enfrentara al macabro y despiadado Pennywise. En cuanto tuvieron oportunidad abandonaron el pueblo de Derry, que tantos problemas les había ocasionado en el pasado. Sin embargo, ahora de adultos parece que no pueden escapar de su antigua vida. Una nueva época estival llega y todos ellos deberán enfrentarse de nuevo al temible payaso y descubrir si de verdad están preparados para superar sus traumas de la infancia.


Reseña: La segunda parte de It (2017) tenía que llegar, no solo porque faltaba por adaptar mitad del libro tocho de Stephen King, sino porque con sus más de 700 millones de dólares recaudados se convirtió en la película de terror más taquillera de la historia. Así que dos años después ya la tenemos, dirigida una vez más por Andy Muschietti y con un reparto de actores adultos que sustituyen a los jóvenes protagonistas de la original, que vuelven a través de flashbacks que, o bien rememoran momentos de aquella, o bien añaden información que se había quedado fuera. Los chavales eran uno de los grandes puntos fuertes del film, así que es comprensible (hasta cierto punto) que hayan querido contar con ellos de nuevo para hacer de It. Capítulo 2 el gran y terrorífico colofón que merecíamos; sin embargo, tanta ambición no le ha sentado demasiado bien a Pennywise y compañía.


El compromiso por hacer una adaptación lo más fidedigna posible a la fuente literaria sigue estando presente. Tal es la adoración por el relato de King que, al no querer dejarse nada en el tintero, el metraje de la película se alarga hasta las dos horas y cincuenta minutos. Casi tres horas que pesan, sobre todo, en el nudo de la película, cuando cada uno de los protagonistas debe hacer una búsqueda personal cuya estructura se repite cada vez: presentación de la escena, flashback y susto. De esta forma, la película se convierte en una colección de set pieces cuyo efecto terrorífico queda mermado por rutina, acumulación y abuso del CGI. Desde su debut con Mamá (2013), Andy Muschietti ha demostrado fascinación por las criaturas digitales, pero la naturaleza de éstas es tan obvia que no resultan demasiado efectivas al infundir terror en el personal. Demasiados monstruitos cuando el mejor efecto especial sigue siendo Bill Skarsgård como Pennywise. Tanto el prólogo como las secuencias en las que el payaso acecha a los críos son las mejores y más escalofriantes del conjunto, básicamente porque se sustentan en el trabajo del actor, la caracterización, las sombras y lo factible.


En cuando al nuevo reparto, los responsables de casting han hecho un muy buen trabajo eligiendo actores que no solo guardasen semejanzas físicas con los niños de la primera parte, sino que también supiesen dar continuidad a los personajes emulando a sus antecesores. Quizás Isaiah Mustafa y Jay Ryan sean los menos lucidos por limitaciones del papel y/o falta de carisma, pero James McAvoy, Jessica Chastain y Bill Hader están francamente bien, siendo James Ransone el que más me ha gustado a título personal, por el esforzado trabajo que ha realizado trasladando los tics, temores e inseguridades de Eddie a la edad adulta, sin caer nunca en la caricatura.


It. Capítulo 2 viene a cerrar una gran historia sobre los miedos de la infancia que nos persiguen en la vida adulta, de los traumas y las cicatrices del pasado que aunque procuremos olvidar permanecen latentes en nuestro subconsciente, de los errores que cometemos una y otra vez, de los horrores del mundo de los adultos y de la amistad como bálsamo para superar cualquier adversidad. Pero lo hace a través de un largometraje excesivo, denso, con un humor desubicado, e innecesariamente largo, haciendo que la tensión se diluya como un azucarillo. El tren de la bruja no daba más miedo si en vez de seis vueltas daba diaz, al contrario: al final ya te aburrías de que apareciera la mujer disfrazada golpeándote con la escoba; aquí sucede igual. Esperemos que si se cumplen las intenciones de rodar un capítulo 3, ya partiendo de material original, no rompan a Pennywise de tanto usarlo.

6/10

16/9/19

El hotel a orillas del río – La gran nevada del sur




Dir.: Hong Sang-soo
Int.: Ki Joo-Bong, Kim Min-Hee, Kwon Hae-hyo, Song Seon-mi, Yoo Joon-Sang
¿De qué va?: Un veterano y reconocido poeta reúne a sus dos hijos adultos, y bastante distanciados entre sí, en un hotel, motivado por la extraña impresión de que va a morir en cualquier momento. En el mismo lugar, una joven, acompañada de una amiga, intenta superar un desengaño amoroso.

Reseña: El cine del surcoreano Hong Sang-soo se ha convertido en un lugar cálido y familiar para aquellos que lo llevamos siguiendo desde hace tiempo. La filmografía del prolífico director, que en 2017 llegó a estrenar tres películas, cuenta con una impronta muy personal y muy entrañable en la que se presta especial atención a las relaciones problemáticas, a los conflictos del pasado enquistados, al fracaso amoroso, al propio mundo del cine, a la comida y al alcohol; todo con un toque melancólico y onírico que suele dar pie a realidades paralelas e historias que se repiten con variantes. Los 'haters' dirán que todas sus películas son iguales, pero en realidad, todas y cada una de ellas son ricas en lecturas, detalles e imaginación.



Hong es habitual de festivales de cine importantes, como el de Cannes, y aún así, no todas sus películas consiguen distribución en nuestro país. Mientras dos de sus trabajos más recientes, las notables The Day After (2017) y Grass (2017), permanecen inéditas en España, llega a los cines El hotel a orillas del río, que rodó después de aquellas dos. Y en cierta manera es una lástima, porque en comparación se trata de una obra menor. Rodada en un pulcro blanco y negro que realza tanto el vacío emocional de sus personajes como la nieve que rodea el parador donde se desarrolla casi toda la trama, cuenta el reencuentro entre un veterano poeta y sus hijos en extrañas e incómodas circunstancias, al tiempo que una joven se refugia junto a su amiga en el mismo lugar intentando superar una ruptura. Esta última trama es un tanto accesoria, y parece hecha para asegurar la presencia en la película de la musa y pareja del director, la siempre estupenda Kim Min-Hee, así como para indagar una vez más en las aristas de las relaciones extraconyugales, tema recurrente en sus obra a raíz de la que él mismo inició con la susodicha actriz cuando aún estaba casado.



Sin embargo, lo que prima en El hotel a las orillas del río es lo que mana a partir de que el poeta comparta con sus hijos la premonición de que su fin está cerca: remordimiento, complejos, culpas, reproches… y un deseo genuino pero un tanto torpe de arreglar las cosas. Puede que se trate de la película de Hong más lineal y contemplativa, y con un componente humorístico más rebajado de lo habitual, lo cual podría ser la causa de que no me haya gustado tanto como las anteriores, y debo reconocer que me molesta que sea así. He llegado al punto en el que me gustaría vivir dentro de una película de Hong, donde la comida siempre tiene una pinta espectacular, las conversaciones y las confesiones fluyen a trago de soju, y realidad y ficción se moldean para dar cabida a las segundas oportunidades.

6’5/10

14/9/19

Los días que vendrán – La vida cuando estás esperando



Dir.: Carlos Marques-Marcert
Int.: María Rodríguez Soto, David Verdaguer
¿De qué va?: Vir y Lluís son una pareja de treintañeros que solo hace un año que salen juntos. Todo cambia en sus vidas cuando descubren que están “embarazados”. Durante 9 meses empezarán a sentir las consecuencias  del giro enorme que ha dado su vida, así como los miedos, alegrías,expectativas y realidades que, durante su embarazo, crecen ante ellos.

Reseña: En el 2014, Carlos Marques-Marcet nos sorprendió a todos con esa historia de amor en la distancia tan real y dolorosa como es 10.000 km. Tres años después, volvió con Tierra firme, un tratado sobre la “familia moderna”, el instinto maternal y la ausencia de este. Ahora, parece completar una trilogía sobre la vida a los 30 con Los días que vendrán, en la que ha aprovechado el embarazo real de su actor fetiche, David Verdaguer, y la novia de éste, María Rodríguez Soto, para contar las vicisitudes de una pareja que debe afrontar un embarazo inesperado.


Si bien los propios actores han confirmado que sus alter egos en la ficción viven una experiencia que no se corresponde con la que ellos tuvieron en la vida real, es evidente que buena parte de la película se nutre de la generosidad de la pareja al compartir sensaciones y elementos que pertenecen al ámbito privado, como es el caso del vídeo casero con imágenes reales de cuando la madre de María Rodríguez Soto estaba embarazada de ésta, el cual funciona tanto de columna vertebral del film como para dotarlo de dimensión histórica: lo que en aquella época parecía un proceso natural y sin complicaciones, ahora está cargado de conflictos y dilemas al tratarse, no solo de una época diferente, sino de dos personas que prácticamente están improvisando sobre la marcha, que se enfrentan a la precariedad laboral y a tener que ponerse de acuerdo en cuestiones tan importantes como la educación de la criatura o la forma en la que va a producirse el parto.


Los días que vendrán desprende una naturalidad apabullante porque ni el drama es impostado ni la comedia exagerada, y se crea un ambiente tan íntimo que produce incomodidad escuchar las palabras hirientes que surgen en las discusiones de pareja, de la misma forma en la que sus momentos buenos son tremendamente enternecedores, como cuando deben decidir el nombre del bebé. El film muestra la perspectiva de ambos pero, lógicamente, casi todo el peso recae en una fantástica y reveladora María Rodríguez Soto. El personaje de Verdaguer es un tipo reservado, al que le cuesta decir lo que piensa pero que se preocupa y ofrece su apoyo al 100%, mientras que el de Soto experimenta un amplio espectro de emociones propias de vivir el proceso de gestación en primera persona: miedo, alegría, euforia, soledad, frustración y, sobre todo, amor. A fin de cuentas, la película versa tanto de lo que implica ser padres en los tiempos que corren como del sólido vínculo emocional que se forja entre una madre y su hijo, algo que queda perfectamente plasmado en los créditos finales de esta pequeña, realista y hermosa película.

8/10

12/9/19

O.C: El hombre de mimbre (1973)

¿De qué va?: Tras leer una carta  anónima que da a entender el paradero de una joven desaparecida, el sargento Howie ha de viajar hasta Summerisle, una isla remota alejada de la civilización que se encuentra en la costa de Inglaterra. Una vez allí, el inspector conoce al líder religioso de la isla, Lord Summerisle, y descubre que en la isla se produce un extraño rito pagano.

Reputación: En 1967, el guionista Anthony Shaffer compró los derechos de la novela Ritual de David Pinner con la intención de escribir un guion basado en ella. Shaffer presentó la idea al productor Peter Snell, pero fue rechazada alegando que la novela no era lo suficientemente buena. Al final, decidieron escribir una historia nueva que incluyese algunos de los elementos de Ritual. Sir Christopher Lee estaba tan emocionado con participar en la película que accedió a actuar en ella gratis. Además, pagó de su propio bolsillo su tour promocional y siempre afirmó que se trataba de su película favorita de todas las que había hecho. El rodaje de la cinta duró 8 semanas, durante el otoño de 1972. Como estaba ambientada en verano, se utilizaron frutas de plástico y árboles con flores falsas para ambientarlo como si se tratase de esa estación. En 1989, Shaffer escribió un tratamiento de guion de 30 páginas titulado The Loathsome Worm, una secuela directa de El hombre de mimbre que volvería a estar protagonizada por el detective Howie (Edward Woodward) y que contaría con elementos fantásticos. Sin embargo, a nadie le interesó la idea de rodarla y nunca se llevó a cabo. Sin embargo, en el año 2006 se estrenó un remake dirigido por Neil LaBute y protagonizado por Nicolas Cage que cosechó críticas desastrosas.



Comentario: El reciente estreno de Midsommar ha puesto de nuevo en boga a El hombre de mimbre, pues se dan similitudes temáticas y estéticas entre ambas. La película de Robin Hardy se basa en el choque cultural entre un sargento de Scotland Yard de estricta fe cristiana y una comunidad que rinde culto a dioses paganos de origen celta. Buscando a una joven desaparecida, el buen hombre se topa con las costumbres y tradiciones de esta sociedad, en las Antípodas de la castidad y el pudor de la que hace gala su religión. Conforme él se va escandalizando cada vez más, aumenta la fascinación y extrañeza hacia esa cultura (comandada por el gran Sir Christopher Lee) que atenta contra todos los valores de la sociedad occidental. Ambos extremos reciben palos por igual en esta extraña película que indaga en el relativismo cultural, de forma muy atrevida para su época, y en la que el terror surge cuando se tambalean las creencias y se prende fuego al manual de conducta por el que nos hemos regido toda la vida, lo cual implica descubrir, o bien que hemos vivido en una mentira, o bien que nos asusta en quiénes nos convertiríamos si nos dejase de guiar nuestra brújula moral de confianza.

Próximo visionado: Kes (1969)

9/9/19

La virgen de agosto – Se busca perderse





Dir.: Jonás Trueba
Int.: Itsaso Arana, Vito Sanz, Joe Manjón, Isabelle Stoffel, Luis Heras, Mikele Urroz, María Herrador, Naiara Carmona
¿De qué va?: Eva es una joven de treinta y tres años que es consciente de que su vida no está trascurriendo de la forma que ella esperaba. A diferencia de la mayoría de los madrileños, Eva decide quedarse en Madrid a pasar las vacaciones de verano como "acto de fe". El período vacacional sirve para que la joven, entre fiestas y verbenas, se dé cuenta de que la vida podría estar ofreciéndole una segunda oportunidad para volver a empezar de cero.

Reseña: Muchos no saben gestionar el hastío, ni hacer cosas en solitario. Observan con compasión a aquellos que van al cine, a comer o a los conciertos sin acompañante. No contemplan la posibilidad de que alguien haya elegido por voluntad propia estar acompañado de sus pensamientos en vez de por otra persona.  Igualmente, la idea de pasar el mes de agosto sin nada que hacer en una ciudad calurosa y sin mar parece absurdo, pero desde el mismo comienzo de La virgen de agosto, Jonás Trueba e Itsaso Arana lo explican para que nadie se lleve a engaños: Eva ve el verano madrileño como una oportunidad perfecta para darse una nueva oportunidad tras pasar por una mala racha, y va a dedicarse a hacer lo único que le apetece: dejarse llevar.


Ambientada en la primera quincena de agosto, la película muestra el día a día de Eva en Madrid. Entre tardes perezosas en casa, verbenas y paseos varios, van produciéndose encuentros entre Eva y diferentes personajes, viejas y nuevas amistades que la acompañarán un rato en su periplo personal, y con las que se entablarán conversaciones sobre múltiples temas: la conciliación entre maternidad y vida social, los efectos de la migración, la vocación profesional, el peso de las relaciones rotas, la madurez… Jonás Trueba siempre ha sido un director que pone mucha carga intelectual y muchos referentes en sus guiones, pero aquí, salvo por algún caso aislado, los diálogos son más orgánicos, al tiempo que aportan multitud de ideas y lecturas a lo que implica la treintena en los tiempos que corren, una época que para muchos consiste en empezar a tomar decisiones tras haberlo pospuesto una y otra vez durante toda la década de los 20.


Sin embargo, Eva no es exactamente alguien que esté buscando qué hacer con su vida, y ni ansía ni espera una revelación al respecto. Ella observa, curiosea, conversa, disfruta, se atreve a hacer cosas que normalmente no haría, y todo está conducido a través de la mirada despierta y la sempiterna sonrisa de Itsaso Arana, también autora del guion junto con Jonás. Ya nos habíamos quedado con ella en La reconquista (2016), pero La virgen de agosto es su consagración. Queremos verla en más sitios y que se afiance como uno de los “ilusos” habituales de Trueba, quienes también participan en la película en papeles pequeños pero bonitos, encarnando a personajes perfectamente dibujados a través de tiralíneas. Al final y al cabo, son satélites que giran en torno a la figura de Arana, que enamora y brilla con luz propia de principio a fin.


La virgen de agosto es la obra más redonda de una filmografía ya de por sí muy notable. Jonás debutó con un film con mucha influencia del cine de Woody Allen, Todas las canciones hablan de mí (2010), vivió una época de Nouvelle Vague (Los ilusos, Los exiliados románticos) y ahora, con la inestimable ayuda de Itsaso Arana, se postula como una suerte de Éric Rohmer español y contemporáneo. Nada que objetar. En contadas ocasiones, Madrid ha lucido tan bien en pantalla grande como en La virgen de agosto, una oda a la autonomía y a la desorientación que culmina como un hermoso tributo castizo a la feminidad.

9/10