31/10/20

Emma. – Jane Austen restaurada



Dir.:
Autumn de Wilde
Int.: Anya Taylor-Joy, Johnny Flynn, Josh O’Connor, Callum Turner, Mia Goth, Miranda Hart, Bill Nighy, Rubert Graves, Gemma Whelan, Amber Anderson, Tanya Reynolds
¿De qué va?: Emma Woodhouse es una joven hermosa, inteligente y adinerada a la que, además, le encanta inmiscuirse en los asuntos amorosos de su círculo social en su aburrido pueblo inglés. A punto de afrontar los retos de la vida adulta y dejar atrás la adolescencia, Emma deberá lidiar con las consecuencias de varios emparejamientos poco afortunados.

Reseña: Aunque solo llegó a escribir siete novelas, la carrera de Jane Austen es una fuente inagotable de material para retransmisiones de la BBC y adaptaciones cinematográficas. Emma, el último libro que publicó antes de morir, fue llevado al cine en el año 1996 en una película protagonizada por Gwyneth Paltrow, y también ejerció de inspiración del film indio Aisha (2010) y de la icónica Fuera de Onda (Clueless, 1995), que inició la moda de finales de los 90 de versionar obras clásicas en películas americanas de instituto. Ahora nos llega una nueva revisión, Emma. (sí, con punto), ambientada en la época en la que se concibió el relato, pero con un toque moderno. ¿Era necesaria? Probablemente no, pero es tan deliciosa que justifica de sobra su existencia.

La cortometrajista Autumn de Wilde da el salto al largo con esta comedia de época que sigue los pasos de una jovencita adinerada tan aburrida que dedica su tiempo a ejercer de Celestina de sus amigos y conocidos. El paralelismo atemporal entre la Inglaterra de principios del siglo XIX y el mundo del siglo XXI se hace evidente al ver que Emma no se diferencia demasiado de aquella amiga cotilla que se adueña de tu cuenta de Tinder y decide por ti qué perfil deslizas a la izquierda y cuál a la derecha. El clasismo y la altivez de Emma son síntomas de una sociedad, la suya y la nuestra, que categoriza a las personas en función de su posición social, su apariencia y el tamaño de su cuenta bancaria. El absurdo de los enredos y las situaciones que provoca Emma entre sus allegados son remarcados por un humor afectado y auto-consciente, un estilo de revisión contemporánea que recuerda a los trabajos recientes del guionista Tony McNamara (La favorita, The Great) pero sin saltarse el rigor histórico con tanta osadía como hace este último.


En cuanto al elenco, se encuentra simple y llanamente en estado de gracia. Todos y cada uno de sus integrantes están en perfecta armonía con el tono de la película. Que Anya Taylor-Joy sea una decisión de casting perfecta para dar vida a Emma era algo de esperar, pero no vimos venir el estupendo registro cómico de Josh O’Connor y Mia Goth. La cosa solo puede ir a mejor con Johnny Flynn como un encantador Knightley, la divertidísima Miranda Hart y las impagables reacciones de Bill Nighy dando vida al padre de la protagonista. Por su parte, Isobel Waller-Bridge y David Scheweitzer firman una de las mejores partituras del año, no tan moderna y rompedora como la que compuso la primera para Vita & Virginia (2018) pero igual de bucólica, efervescente y alegre que la propia película.


Emma. es una chuchería. Divertidísima, punzante y visualmente hermosa, hace virguerías con los tonos ocre y pastel a través de una exquisita labor de vestuario, fotografía y producción. Se trata de una más que notable presentación en sociedad para Autumn de Wilde, que que ha conseguido algo imposible: que la enésima adaptación de Jane Austen resulte fresca, oportuna y para nada fuera de onda.

8/10

Esta reseña se publicó originalmente en Cinemagavia.

29/10/20

Rebecca – Melodrama de rebajas


Dir.: Ben Wheatley
Int.: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas, Keeley Hawes, Ann Dowd, Sam Riley, Tom Goodman-Hill
¿De qué va?: Tras morir su esposa Rebecca, Maxim de Winter  viaja hasta Montecarlo para olvidar su pasado. Allí conoce a una joven, y rápidamente se enamoran y se casan. Tras la luna de miel, la pareja regresa a la mansión de los Winter, llamada Manderley. Todo es perfecto hasta que la memoria de la fallecida Rebecca hace mella en el matrimonio.

Reseña: Mi amigo José Cruz comentó en una ocasión que tendrían que hacerse remakes de películas malas en vez de las que son buenas, lo cual me pareció lo más lógico del mundo. Hay cientos de películas con buenas ideas pero mal desarrolladas que podrían tener una segunda oportunidad en forma de remake, pero la costumbre es sacar remedos de films con los que se sabe de antemano que las comparaciones serán muy odiosas. Medirse con una figura tan venerada como la de Alfred Hitchcock es prácticamente una misión suicida, tal y como pudo experimentar Gus Van Sant cuando sacó su remake en color y calcado plano a plano de Psicosis (1960). Si se va a trabajar con un material que ya tocó el maestro del suspense lo mejor es distanciarse lo máximo posible de él… y este no es el caso del remake de Rebecca (1940).

Se supone que esta nueva versión es más una nueva adaptación de la novela homónima de Daphne Du Maurier que un remake del film de 194, pero empieza calcando el icónico prólogo del original. Sí que hay detalles del relato original que Hitchcock no pudo incluir por la censura de la época que aquí sí están, pero tampoco aportan nada relevante a la trama más allá de enfatizar el complejo de clase de la nueva señora de Winter. Esta Rebecca es más glamourosa, menos gótica, y aunque enganche desde un comienzo por lo atractiva que resulta su trama, el interés se va diluyendo conforme se adentra en un tercer acto que, si ya era un bajón en el film previo, aquí no se gestiona nada bien. Ben Wheatley se desprende de su mala uva característica, presente en títulos como Free Fire (2016) o Turistas (2012), para adoptar un registro académico bastante aburrido y poco personal. No hay cabida a la sutileza, y el uso de efectos digitales en determinadas escenas le da un toque de baratillo contraproducente con el despliegue de medios realizado en el apartado artístico y en el vestuario.

Tampoco ayuda el casting. Lily James y Armie Hammer son muy guapos pero carecen de química. Este último en particular sale muy mal parado: apático, frío e inexpresivo. Es complicado creerse el romance de estos dos, y sobre todo que ella actúe como lo hace en el tramo final. Kristin Scott Thomas está correcta pero no es ni mucho menos su mejor interpretación, y su Mrs. Danvers carece del misterio y la fascinación que hizo que la interpretación de Judith Anderson en el film previo resultase tan icónica. En realidad, es Lily James quien realiza el trabajo más solvente del trío protagonista, aunque sea igual de poco memorable que el conjunto. Ya no es solo que Rebecca sea un mal remake, sino que por sí misma tampoco puede considerarse como una buena película. Es simple y llanamente un plato muy caro y vistoso al que le falta sal.

4/10

28/10/20

O.C: Pink Flamingos (1972)

¿De qué va?: Divine vive bajo el pseudónimo de Babs Johnson en una caravana desde que se hizo famosa al ser nombrada la persona más inmunda del planeta por un periódico local. Pero los Mable, un matrimonio que vende heroína en los colegios y bebés a parejas de lesbianas, sienten envidia de su título y harán todo lo posible por quitárselo.

Reputación: Una de las obras más icónicas del cine underground de los 70. La idea le surgió a John Waters en un viaje por las carreteras de California en el que descubrió uno de los típicos campos de caravanas en los que residían miles de familias norteamericanas, lo que le llevó a preguntarse cómo sería vivir allí. Waters recurrió a su padres para financiar un film que nunca llegaron a ver a petición del propio director. Los 12.000 dólares que le concedieron no parece una suma tan raquítica si tenemos en cuenta que el anterior trabajo de Waters, Multiple Maniacs (1970), se pagó con monedas. Pink Flamingos fue su primera película en color, por lo que se rodeó de un equipo profesional y contrató a un camarógrafo al que terminó despidiendo para encargarse él mismo de mover la cámara. Según el director de arte, Vincent Paranio, su departamento contaba con 200 dólares de presupuesto; la mitad fueron para comprar la caravana y la otra mitad para decorarla. Tras gastarse el dinero, si necesitaban algo lo robaban. Divine, protagonista del film y musa de Waters, fue arrestada en uno de esos hurtos y se defendió ante la policía alegando que era actor de método.

La película se rodó a lo largo de seis meses, solo durante los fines de semana, puesto que, salvo Waters, el resto del equipo tenía otros trabajos que atender de lunes a viernes. Pasó de ser un film underground que solo se exhibía en el circuito de las Midnight Movies a ser incluido en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Waters escribió una secuela, llamada Flamingos Forever, ambientada 15 años después de los acontecimientos de la cinta original, pero nunca llegó a rodarse debido a la muerte de Edith Massey, y más tarde la de Divine.

Comentario: Tengo una historia curiosa con Pink Flamingos: mi profesora de psicología en bachiller nos la puso en clase mientras ella se tomaba el café en su despacho. Cuando llegamos a la escena de sexo con gallinas de por medio la paramos, y yo me empecé a sentir tan mal que me fui a mi casa en el recreo y vomité. Le cogí una manía terrible y jamás entendí por qué a nuestra profesora le había parecido buena idea poner esta película a cuatro adolescentes de 16 años. Una década y media más tarde, he logrado superar ese trauma de mi juventud viendo la película entera, y he decir que la he disfrutado muchísimo. Es evidente que Waters se propuso rodar la película más asquerosa de la historia del cine y lo consiguió. Pink Flamingos es un acto de rebeldía ante la dictadura del buen gusto llena de frases míticas, interpretaciones exageradas y escenas memorables (algunas, a nuestro pesar). Eso sí, puedo excusar la coprofagia, el exhibicionismo, el canibalismo, el incesto, el secuestro y la venta de bebés, pero no la crueldad animal… aunque Waters se justifique diciendo que esas gallinas iban a morir igualmente y al menos lo han hecho follando.

Próximo visionado: Karate Kid (1984)

26/10/20

On the Rocks – Aprendiendo a silbar



Dir.: Sofia Coppola
Int.: Rashida Jones, Bill Murray, Marlon Wayans, Jessica Henwick, Jenny Slate, Barbara Bain, Juliana Canfield
¿De qué va?: Ante las dudas repentinas sobre su matrimonio, una joven madre de Nueva York se deja llevar por su padre playboy y empieza a espiar a su marido.

Reseña: Cuando somos pequeños, la relación de nuestros padres y la forma en la que nos comunicamos con ellos resulta determinante a la hora de moldear nuestra visión del mundo y del amor. En el caso de Sofia Coppola, las relaciones paternofiliales son una constante en su filmografía, especialmente aquellas marcadas por la ausencia del progenitor (Somewhere como el ejemplo más evidente), probablemente debido a los largos períodos en los que su padre se marchaba a rodar películas cuando era una niña. Sofia ha asegurado que la figura paterna de su nueva película, On the Rocks, no está inspirada en Francis Ford Coppola, pero es muy probable que este le haya proporcionado de forma indirecta información valiosa para trazar el choque intergeneracional en el que se sustenta la historia.

Laura sospecha que su marido, siempre de viaje de negocios, está teniendo una aventura con una compañera de trabajo mientras ella intenta escribir un libro y se encarga del cuidado de sus hijas. Su padre, Felix, es un dandy octogenario que le genera más dudas y le anima a investigarlo. Así, padre e hija se embarcan en una misión de espionaje que en realidad es un MacGuffin al servicio de que los dos puedan pasar tiempo juntos entre paseos en coche por Nueva York y conversaciones en bares y restaurantes. Sin embargo, la encantadora personalidad de él no es suficiente acicate para que ella deje a un lado el resentimiento que le profesa por sus largos períodos de ausencia y la forma en la que trató a su madre. En cuestiones sentimentales, él es un cínico y ella quiere creer que el amor no se resiente con el tiempo, pese a que los indicios y la experiencia familiar le indiquen lo contrario.

Siendo una película de Sofia Coppola, sorprende que On the Rocks sea una comedia tan ligera. Aun siendo tremendamente fan de su vena más intensa, me place esta nueva faceta suya que no parece tan preocupada en la forma y en la estética (pero sin descuidarla en ningún momento), sino que pone su inmenso talento como guionista al servicio de una historia sencilla, sutil y sustentada principalmente en la pareja protagonista, la cual funciona a las mil maravillas. Rashida Jones y Bill Murray son, en sus diferencias, perfectamente creíbles como padre e hija. Ella clava tanto el cansancio, la inseguridad y el hastío que caracterizan su vida familiar reciente como la mezcla de cariño y aversión que profesa hacia su padre, un Bill Murray ofreciendo “murrayismo” en una dosis justa y muy natural. Resulta carismático y muy divertido sin tirar de excesos, lo cual vuelve a demostrar que Sofia Coppola sabe sacar lo mejor de él.

On the Rocks no es Lost in Translation (2003), pero tampoco pretende serlo. Su encanto reside en su discreción, en lo bien que funciona todo sin grandes alardes, en lo elegante y clásica que resulta sin caer en la ingenuidad (aunque sí en algunos recursos narrativos un tanto manidos), en la tierna forma en la que  desarrolla esa reconexión entre padre e hija simbolizada en el aprendizaje de un silbido  y en que, de forma involuntaria, se haya convertido en un homenaje al Nueva York pre-Covid, entre cuyos edificios Sofia se mueve igual de bien que entre los de Tokio y Los Ángeles. Es una pena que no haya tenido una mayor presencia en cines, y que Apple+ se esté mostrando tan perezosa a la hora de promocionarla pero, tal y como están las cosas, debemos estar agradecidos de que las plataformas estén ejerciendo de refugio de autores como Sofia Coppola que no se rigen por las tendencias.

8/10

25/10/20

La voz humana – La teatralidad del desamor



Dir.:
Pedro Almodóvar
Int.: Tilda Swinton
¿De qué va?: Una mujer ve pasar el tiempo junto a las maletas de su ex amante (que se supone que viene a recogerlas, pero nunca llega) y un perro inquieto que no comprende que su amo lo ha abandonado.

Reseña: Como decíamos al final de la reseña de Dolor y gloria (2019), todo apuntaba a que Pedro Almodóvar se encontraba en un punto de inflexión en su carrera, con un futuro por delante tan incierto como estimulante. Y de momento ese presagio se está cumpliendo. Nadie podía imaginarse por aquel entonces que su siguiente trabajo iba a ser un cortometraje, y en inglés, superando así su miedo a rodar en el idioma de Shakespeare. Tampoco podíamos prevenir la que nos iba a caer en el 2020, y que el susodicho cortometraje se proyectaría en cines, “aprovechando” la delicada situación por la que está atravesando el circuito de la exhibición cinematográfica debido a la reducción de aforos y la escasez de grandes estrenos. Lo cierto es que acudir a un cine para una proyección de 30 minutos es una experiencia extraña en tiempos en los que cualquier película dura más de dos horas, pero de la misma forma en la que se ha popularizado el microteatro, es posible que Almodóvar y las distribuidoras Avalon y Wanda Visión hayan abierto la puerta al “microcine”, una nueva vía de exhibición para el sector del cortometraje.

La voz humana es un Almodóvar reconocible y nuevo al mismo tiempo. Utiliza algo ya usado en su filmografía, la obra homónima de Jean Cocteau, para crear algo nuevo, una adaptación contemporánea y ajustada al siglo XXI, al incorporar al relato la tecnología y un carácter menos dócil en su heroína. El director toma el concepto de ese hermoso plano final de Dolor y gloria para hacer patente el artificio que se esconde detrás de la ficción, potenciando no solo la impresión de que estamos ante un “one-woman show”, sino también la idea de que padecemos nuestras tribulaciones en un escenario mental del que cuesta escapar. En este caso, el escenario es una fantasía de apartamento con un nivel de sofisticación y colores saturados únicamente al alcance de la imaginería visual de Almodóvar… o de un decorador de interiores con gran sentido estético y un cheque en blanco por gastar. Nada está colocado al azar en esta vivienda, en especial los cuadros, los libros y los Blu-rays, pues todo tiene un sentido y una relación con la narrativa.


En medio de ese despliegue artístico se encuentra una mujer: Tilda Swinton. Pocas actrices podrían recitar ese monólogo solventando la afectación teatral implícita en sus líneas. La voz humana cobra vida con la larga galería de emociones que pasan por la interpretación de Swinton: furia, tristeza, desesperación, soledad, desconcierto, nerviosismo, melancolía… aceptación. La catarsis emocional propia de un desengaño amoroso condensada en treinta minutos. Lo peor de La voz humana es que acabe, pues podríamos haber pasado mucho más tiempo junto a Ella y su maravilloso perro en ese decorado reconvertido en museo de una pasión rota. Digna de ser exhibida en una galería de arte.

8/10

23/10/20

O.C: Interiores (1978)

¿De qué va?: Cuando Eve es abandonada por su marido Arthur, las frías relaciones emocionales de sus tres hijas se ponen al descubierto. Confundidas por los celos, la inseguridad y el resentimiento, Renata, una escritora de éxito, Flyn, una mujer envuelta en la confusión y Joey, una actriz en ciernes, se esfuerzan en comunicarse con su madre.

Reputación: Tras el éxito de Annie Hall (1978), los ejecutivos de United Artists le mandaron un mensaje a Woody Allen : “De ahora en adelante, haz lo que quieras”. Así que el director neoyorkino decidió rodar su primer drama. Conocido por sus comedias, decidió romper el molde y no añadir ni una pizca de humor en Interiores. De hecho, hay una escena en la que la familia está reunida alrededor de una mesa riéndose de un chiste que Arthur (E.G. Marshall) acaba de contar, pero nunca llegamos a oírlo. También es la primera película de la filmografía de Allen en la que él no interpreta ningún papel. El rol de Eve fue escrito con Ingrid Bergman en mente. Allen le ofreció el papel, pero lo tuvo que rechazar porque ya se había comprometido a rodar Sonata de otoño (1978) con Ingmar Bergman en Noruega, así que finalmente fue a parar a Geraldine Page. Allen citó a Bergman, al dramaturgo americano Eugene O’Neill y al escritor ruso Anton Chekhov como principales influencias a la hora de concebir el film. Pese a tener una fría acogida por parte de la crítica, Interiores fue nominada a cinco Oscar: mejor director, actriz protagonista (Geraldine Page), actriz secundaria (Maureen Stapleton), guion original y dirección artística. Sin embargo, no ganó ninguno.

Comentario: La influencia de Ingmar Bergman es más que evidente en la quietud, los planos y la austeridad del primer film dramático de Woody Allen, pero este consigue que la sombra del cineasta sueco no eclipse su impronta de autor. Como es habitual en su cine, en Interiores los personajes están atormentamos por la inseguridad, la muerte, el deseo y complejos varios, además de ser unos snobs culturetas de cuidado. En apenas 90 minutos, Allen traza con tiralíneas las tensas relaciones de una familia en la que la distante y poco afectiva matriarca se niega a aceptar que su marido la haya abandonado. Interiores es un drama seco y frío pero profundamente empático a su vez, pues tanto el guion como las magníficas interpretaciones se alinean para que comprendamos perfectamente la desolación particular de cada uno de los personajes. De lo mejorcito de Allen.

Próximo visionado: Pink Flamingos (1972)

22/10/20

El juicio de los siete de Chicago – Cabezas de turco



Dir.: Aaron Sorkin
Int.: Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen, Mark Rylance, Jeremy Strong, Yahya Abdul-Matee, Frank Langella, Joseph Gordon-Levitt, John Carroll Lynch, Alex Sharp
¿De qué va?: Lo que pretendía ser una protesta pacífica en la Convención Nacional Demócrata de 1968 se convirtió en un altercado violento con la policía y la guardia nacional. Los organizadores de la protesta fueron acusador de conspirar para incitar una revuelta y el juicio que le sucedió fue uno de los más notorios de la historia.

Reseña: Para ser una película que se empezó a gestar en el año 2006 para ser dirigida por Steven Spielberg, El juicio de los siete de Chicago no pudo haber llegado en un momento más oportuno. Cualquiera que haya visto las noticias este año estará al tanto de que ni una pandemia global ha impedido que en Estados Unidos se haya producido una serie de violentas revueltas a raíz de la muerte de George Floyd. Cuestiones como el racismo enquistado en la sociedad norteamericana o la cuestionada legitimidad del uso de la violencia de las fuerzas policiales y del vandalismo por parte de los manifestantes conectan la actualidad con el mediático juicio que se llevó a cabo entre 1969 y 1970, en el que los organizadores de una manifestación en contra de la Guerra de Vietnam fueron acusados de conspiración y de incentivar los disturbios que se produjeron en Chicago durante la celebración de la Convención Nacional Demócrata.

Siendo una de sus señas de identidad como guionista la de poner a sus personajes a conversar mientras caminan, resulta curioso que Aaron Sorkin haya escrito y dirigido un drama judicial, estático por definición. Pero como ya vimos en las escenas de declaraciones judiciales de La red social (2009), el estar sentado no resta ni un ápice de la agilidad, la perspicacia y la hondura de sus diálogos. De hecho, la contundencia de todas y cada una de las réplicas deja entrever las costuras del guion. El segundo trabajo como director de Sorkin es un drama con regusto muy clásico y que va a tiro hecho metiéndose en los tribunales poco después de presentar a los protagonistas de la historia. Los hechos que les han llevado a ser presuntos delincuentes se van revelando en forma de flashbacks a lo largo del juicio, alternando las diferentes versiones de los hechos con lo sucedido; un ejercicio de edición ágil, limpio y con ritmo a cargo de Alan Baumgarten, que también se encargó del montaje de su anterior film, El juego de Molly (2017).


Ya hemos mencionado dos de los tres pilares sobre lo que se sustenta El juicio de los siete de Chicago: el guion y el montaje, siendo el último la interpretación. Aunque no gocen de las mismas oportunidades para lucirse, todos los actores que forman parte del reparto coral del film están impecables, y ni siquiera los tics de Eddie Redmayne molestan. Si bien Sacha Baron Cohen da la sorpresa por una interpretación dramática que se nutre de su carisma sin caer en la caricaturización, quiero destacar a un Mark Rylance que como abogado defensor combativo e incansable, pero desencantado con el sistema judicial, parece imbuido por el espíritu del mismísimo James Stewart. También destaca Frank Langella como el odioso juez asignado al caso y el duelo que mantiene con Booby Seale (estupendo Yahya Abdul-Matee), el octavo procesado en un fragante caso de discriminación racial.

Como cualquier película basada en un hecho real, El juicio de los siete de Chicago se nutre tanto de acontecimientos reales como de otros fruto de la ficción. La emocionante y muy hollywoodiense forma en la que termina el juicio es invención, pero las brutales cargas policiales y el trato recibido por Seale durante el juicio no lo fueron aunque así lo parezca. El Aaron Sorkin director no es tan brillante como el guionista, pero ha conseguido ensamblar con éxito una película que se siente clásica y moderna al mismo tiempo; un thriller judicial absorbente y oportuno, sin reparos a la hora de señalar la parcialidad judicial y los mecanismos de los que se valen las esferas de poder para dar una lección a su rebaño y evitar que se alborote. Ojalá más películas anti-establisment así y menos videos sobreproducidos de estrellas blancas asumiendo su responsabilidad en la problemática racial.

8/10

19/10/20

El rey del barrio – Aquí, madurando


Dir.: Judd Apatow
Int.: Pete Davidson, Marisa Tomei, Bill Burr, Bel Powley, Maude Apatow, Steve Buscemi, Pamela Adlon, Kevin Corrigan, Ricky Velez, Moisés Arias, Lou Wilson
¿De qué va?: Scott es un joven de 20 años cuyo padre bombero murió cuando él tenía siete años. Mientras su hermana pequeña se va a estudiar a la universidad, Scott sigue viviendo con su madre y pasando el tiempo con sus amigos. Pero todo cambia cuando su madre comienza a tener una relación con un bombero llamado Ray.

Reseña: Para mí, una nueva película de Judd Apatow es un notable seguro. La excepción que confirma la regla es Hazme reír (Funny People, 2009), a la que no le encontré la moraleja. Las demás las he disfrutado mucho, aunque todas puedan definirse de la misma manera: comedias de más de dos horas sobre gente que tiene problemas con madurar. Además de comprar todo lo que tenga que ver con “Peter Panes modernos”, hay dos cosas que me gustan mucho en el cine de Apatow: la primera es el cariño con el que trata a sus personajes, aunque no se lo merezcan, creando una atmósfera entrañable y familiar con la que congenio más que con cualquier otra muestra de comedia norteamericana. La segunda, el olfato que tiene para descubrir y/o apadrinar talentos cómicos emergentes: Steve Carell, Seth Rogen, Lena Dunham, Amy Poehler… y ahora, Pete Davidson.

Davidson es el integrante más joven del elenco de Saturday Night Live y el primero en haber nacido en la década de los 90. Antes de participar en el programa y de mantener una relación muy mediática con Ariana Grande, empezó a hacerse popular con monólogos en los que hacía humor de temas muy delicados, incluida la muerte de su padre, un bombero que falleció en el 11-S. El rey del barrio presenta algo así como una realidad paralela que narra qué habría sido de él si no hubiese conseguido canalizar sus problemas a través de la comedia: viviría con su madre en Staten Island y se pasaría el día fumando porros con sus amigos, que se prestan a ser sus conejillos de indias para que mejore su práctica como tatuador, mientras se aferra a la estrafalaria idea de fundar un local que sea restaurante y salón de tatuajes. Obviamente el chico tiene que espabilar, y lo mal que le sienta que su madre empiece una relación con un hombre que, al igual que su difunto padre, es bombero, acelerará el proceso.


Scott, el álter ego de Davidson, encaja perfectamente con el perfil de protagonista del cine de Judd Apatow. El estilo de comedia de ambos se complementa a la perfección en el guion del que ambos son autores junto al también comediante Dave Sirus. Si Davidson no te termina de hacer gracia no pasa nada, porque la amplia y carismática galería de secundarios lo compensará con creces. Marisa Tomei siempre es un sí, y aquí está maravillosa cuando se muestra tierna pero sobre todo cuando se rebela. Bel Powley como la amiga con la que Scott mantiene un romance en secreto también es otro aciertazo, y Maude Wilson como hermana menor/voz de la razón también. Por otra parte, esa entrañable camaradería con la que Apatow impregna las amistades masculinas se evidencia tanto en el círculo de amigos de Scott como en el grupo de bomberos del que forma parte Ray (fantástico Bill Burr), el nuevo novio de su madre.


¿Dos horas y 20 minutos de metraje son demasiadas para El rey del barrio? Es posible, pero tampoco pesan, es más: no me habría importado que durase unos minutos más con tal de poder darle un cierre a algunos personajes de los que la trama se olvida demasiado pronto. El viaje emocional que realiza Scott es previsible pero honesto, probablemente muy acorde con el que ha realizado el propio Pete Davidson, y se agradece que culmine en una incertidumbre esperanzadora en vez de en un final “made in Hollywood”. Hay oficio en todos y cada uno de los elementos que componen el film, hasta en la fotografía, que viene firmada por el oscarizado Robert Elswith (Pozos de ambición, 2007). En definitiva, Judd Apatow sigue siendo un valor seguro y El rey del barrio otro sólido notable de su filmografía.

7/10

17/10/20

O.C: Fausto (1926)

¿De qué va?: El demonio Mefistófeles hace un pacto con un arcángel según el cual si logra atraer hacia el mal al filósofo y alquimista Fausto y le quita lo que hay de divino en él, el diablo ganará el dominio sobre toda la Tierra.

Reputación: Basada en los cuentos tradicionales de la figura de Fausto recogidos en la obra de Goethe, fue la última película que F.W. Murnau hizo en Alemania, pues tras terminarla se trasladó a Estados Unidos para rodar Amanecer (1927). Fue la producción alemana más costosa de su tiempo, con un rodaje que se prolongó durante 6 meses y un presupuesto de 2 millones de marcos, fruto de la promesa que le hizo la UFA a Murnau de disponer de fondos ilimitados tras el éxito de su film previo, El último (1924). Un año después, sería superada en costes por Metrópolis (1927). Solo se recuperó la mitad de su presupuesto en taquilla, por lo que fue un rotundo fracaso económico. No obstante, Fausto tuvo una gran influencia en las películas posteriores, sobre todo en lo que respecta al uso de efectos especiales. Murnau usó dos cámaras y muchas escenas tuvieron que rodarse una y otra vez; por ejemplo, la pequeña secuencia en la que se redacta el contrato en un pergamino en llamas requirió de un día de filmación. Existen varios montajes de Fausto, algunos de ellos preparados por el propio Murnau, y en la actualidad se conservan cinco. Las diferencias entre unos y otros van desde cambios de vestuario y de ángulo hasta variaciones de ritmo en las escenas.

Comentario: Fausto tiene una primera parte estupenda, en la que destaca el uso de unos efectos especiales muy meritorios para su época, una imaginativa puesta en escena y al actor Emil Jannings pasándoselo pipa dando vida a Mefistófeles. Sin embargo, la película pierde impacto e interés en su segundo tramo, a partir del momento en el que Fausto conoce a Gretchen, centrándose el film en su trágico romance y culminando en un final muy "pues ok". Es complicado congeniar lo suficiente con la parejita para que nos importe demasiado lo que le pase, es más, yo al menos me pongo del lado de Mefistófeles, porque de todos es sabido que nunca hay que firmar un pacto con el diablo. Chascarrillos aparte, Fausto es una de esas películas que hay que ver para entender la historia del cine y su evolución, pero como film de terror mudo prefiero Nosferatu (1922)

Próximo visionado: Interiores (1978)

16/10/20

Verano del 85 – Lo que creí que fuimos



Dir.:
François Ozon
Int.: Félix Lefebvre, Benjamin Voisin, Valeria Bruni-Tedesc, Melvil Poupaud, Philippine Velge, Isabelle Nanty, Aurore Broutin
¿De qué va?: En la costa de Normandía, Alexis es salvado de un posible ahogamiento por David, un chico mayor que él que le introduce rápidamente en su vida y con el que experimentará por primera vez el amor… y la muerte.

Reseña: Si ya lo decían Sonia y Selena: “Cuando llega el calor los chicos se enamoran”. Algo tienen las altas temperaturas, la calma estival y esa sensación de punto y aparte que trae el verano para que el cine y la literatura suelan ambientar en esta época del año los romances juveniles y, más concretamente, el despertar sexual. La nueva película del prolífico François Ozon, Verano del 85, es una adaptación cinematográfica del libro Dance on My Grave (1982) de Aidan Chambers, y aunque a priori resulte inevitable compararla con la reciente y laureada Call Me by Your Name (2017) y con otras muchas películas LGTBIQ+, las intenciones temáticas de Ozon van por derroteros más singulares que distinguen su película de las precedentes.

Por supuesto que hay un romance juvenil de ensueño, con referencia visual a Los juncos salvajes (1994) incluida, y una escena en una discoteca que transmite a la perfección que sentirse enamorado es como bailar una canción que solo oyes tú, rodeado de gente que se mueve a otro ritmo. Pero Ozon está tan poco interesado en recrearse en el amor de dos chicos guapísimos que ni siquiera los muestra manteniendo relaciones sexuales. Tampoco le importa demasiado ni la nostalgia ochentera ni el factor homosexual, pues los referentes de la época son escasos, mientras que el protagonista, Alexis, no sufre ningún trance por sentirse atraído por otro hombre, siendo el único atisbo de problema en su entorno el cómo podría reaccionar su distante padre si se enterase. Alexis está obsesionado con dos temas: la muerte y David, el chico que le rescata y seduce, pero ambos van a impactar en su vida de una forma que no esperaba.


A través de los acontecimientos que vive Alexis en ese verano del 85, Ozon habla sobre la escritura como forma de exorcizar fantasmas y tragedias ysobre cómo las relaciones amorosas influyen en la construcción de nuestra personalidad, desde la forma de vestir hasta en la forma en la que actuaremos en las venideras. Sin embargo, la lectura más valiosa del film reside en cómo hay ocasiones en la que nos enamoramos, no de la persona, sino de lo que proyectamos en ella. El deseo nos incita a atribuir cualidades y a dar un sentido a la relación que no siempre se corresponde con la realidad ni con lo que la otra persona está sintiendo, algo que también puede ocurrir en otro tipo de relaciones afectivas, como en las maternofiliales. Esta idea se deja caer en la película pero nunca sabremos si lo que hemos presenciado ha sido completamente real o no; todo está narrado desde el punto de vista de Alexis y la contraparte es un misterio sin resolver.


Félix Lefebvre da vida a Alexis con sumo magnetismo y sensibilidad, saliendo airoso de un par de situaciones que juguetean con el esperpento. El joven es todo un descubrimiento y mantiene una química veraz con Benjamin Voisin, perfecto como objeto de deseo y máquina de seducción arrolladora. En definitiva, Verano del 85 parte del prototípico romance gay estival para hablar sobre la forma en las que afrontamos la muerte, el trauma, el amor y el desamor desde un plano subjetivo tremendamente empático y con la melancólica costa normanda como telón de fondo. De lo mejorcito que nos ha dado la filmografía de Ozon.

8/10

14/10/20

Las vidas de Marona – Amor perruno


Dir.:
Anca Damian
¿De qué va?: Marona es una perrita que tras ser víctima de un accidente comienza a recordar todos los propietarios y propietarias que ha tenido a lo largo de su vida, a los que ha querido incondicionalmente.

Reseña: El Atlàntida Film Fest es un festival de cine que se celebra online a través de Filmin (y desde hace unos años en Palma de Mallorca) con el objetivo principal de dar visibilidad a películas que no encuentran lugar en las salas. En su última edición, la décima, rescató la película de animación francesa Las vidas de Marona (L’Extraordinaire Voyage de Marona), que sí se había estrenado en salas, el 26 de junio, pero de forma muy reducida. Esa segunda oportunidad se ha prolongado con el film de Anca Damian integrándose en el catálogo de Filmin, oportunidad perfecta de rescatar esta joya en un año cinematográfico en el que la animación ha escaseado bastante.

Se dice que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa por delante de tus ojos, y es lo que le ocurre a la perrita protagonista de esta historia en el comienzo. No les voy a engañar: este animalito ha tenido una vida muy desgraciada. Nacida de un escarceo entre un perro de raza y uno callejero, es rápidamente separada de su madre y va pasando de un amo a otro, lo que le da al film una estructura episódica. Cada capítulo es una historia de amor diferente, de la perrita con el dueño del momento, cuya felicidad inicial se va enturbiando conforme aparecen diferentes factores que arruinan la relación. De la misma forma en la que cada dueño le da un nombre diferente a la perrita, la animación del film muta al mezclar técnicas y estilos artísticos diferentes, conformando un conjunto expresionista que enriquece la narración y remite a la obra de pintores como Kandinsky o Picasso, convirtiéndolo a su vez en una pieza única, profundamente creativa y hermosa.

Las vidas de Marona es tanto una delicia visual como un cálido tributo al amor incondicional que nos brindan los perros. Los problemas que surgen entre Marona y sus distintos amos no vienen de ella, sino del egoísmo de estos últimos, que la quieren hasta que la perrita interfiere en sus planes y empieza a suponer un estorbo. No todo el mundo es lo suficientemente responsable y empático como para tener un perro, y si algo demuestra esta película, es que los humanos somos más afortunados de que los perros sean nuestros mejores amigos que al contrario. Aunque nosotros seamos capaces de cubrir todas sus necesidades básicas, el amor que ellos nos dan, a prueba de todo e inmerecido en ocasiones, jamás podremos encontrarlo en otra persona. Y ya que estoy: si están decididos a tener un perrito, adopten antes de comprar.

8/10

12/10/20

O.C: El viaje a ninguna parte (1986)

¿De qué va?: Una familia de comediantes trabaja ofreciendo su espectáculo viajando por los pueblos de España durante los años 40 y 50. La vida se ha vuelto muy dura para ellos dado que ya no pueden competir con el cine. Es el fin de una era.

Reputación: Fernando Fernán Gómez creó El viaje a ninguna parte como serial radiofónico que se grabó y emitió en Radio Nacional en 1983. Dos años después, publicó la novela y, a petición del productor Julián Mateos, la adaptó al cine escribiendo el guion, dirigiendo y reservándose uno de los papeles principales. El film se rodó en pueblos como Palazuelos (Guadalajara), Arisgotas (Toledo) y Ayllón (Segovia). La película tuvo una fría acogida en su presentación en el Festival de San Sebastián y pasó muy desapercibida por los cines, pero fue nominada en la primera edición de los Goya a 5 premios,  de los cuales ganó  los tres más importantes, para sorpresa del propio Fernán Gómez: mejor película, dirección y guion. Años más tarde, la obra ha sido adaptada al teatro, con lo cual se ha completado el círculo.

Comentario: El viaje a ninguna parte es, ante todo, un homenaje a los cómicos pero hay mucho más. Profundamente melancólica, aborda la historia de una familia que intenta ganarse la vida trabajando en un oficio abocado a la extinción que descubrimos junto a un recién llegado a la compañía (Gabino Diego), el hijo de Carlos Galván (fantástico José Sacristán). De forma paralela, se muestra lo caprichosa que puede ser la memoria y la borrosa línea que separa la realidad de la fantasía mostrando a Carlos en su senectud, recordando sus años de gloria mientras vive en una residencia para mayores. Esta película brinda una de esas experiencias cinematográficas completas y puramente clásicas, con las que se puede reír y llorar con la misma intensidad al seguir los avatares de unos personajes a los que el director trata con sumo cariño. Pasajes divertidísimos como en el que el personaje de Fernán Gómez trabaja como extra de un rodaje se entremezclan con otros que certifican la tristeza implícita en la historia de una vida que, pese a estar marcada por el fracaso, resulta tan digna como hermosa.

Próximo visionado: Fausto (1926)

11/10/20

The Boys in the Band – Nuevos chicos, mismos maridramas



Dir.: Joe Mantello
Int.: Jim  Parsons, Zachary Quinto, Matt Bomer, Andrew Rannells, Michael Benjamin, Robin de Jesús, Tuc Watkins, Charlie Carver, Brian Hutchison
¿De qué va?: Un grupo de hombres homosexuales se reúnen en un apartamento de Nueva York para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. La fiesta es perfecta, pero, conforme avanza la noche, se pondrá a prueba la amistad de todos ellos y comenzarán a desvelarse fracturas y rencores más profundos que pondrán en riesgo su unión.

Reseña: En 2018 se estrenó en Broadway un revival de The Boys in the Band, obra teatral que se representó en el Off-Broadway entre 1968 y 1970, culminando con una adaptación cinematográfica. De la nueva versión se publicitó principalmente que todo el reparto estaba compuesto por actores abiertamente gays, una manera de rendir tributo al casting original, pues aquellos que eran homosexuales permanecieron en el armario tras el estreno de la producción y cinco murieron por la epidemia del sida entre los 80 y los 90. Siguiendo los pasos de la primera representación, el revival también se ha convertido en largometraje, a través de Netflix y manteniendo intacto a su elenco teatral. Una estupenda forma de dar a conocer esta historia a aquellos espectadores con alergia al cine hecho hace más de tres años.

La historia es exactamente la misma: un grupo de amigos gays se reúnen en el piso de uno de ellos para celebrar un cumpleaños, pero la visita inesperada de un viejo amigo heterosexual del anfitrión provoca que la reunión se torne más tensa que festiva. A través de un peligroso juego que se inventa uno de ellos salen a relucir los traumas juveniles, los conflictos amorosos, los rencores y todas las consecuencias emocionales de haber crecido siendo gay en un entorno represivo e ignorante. Tratándose de una película profundamente respetuosa con su fuente teatral y cinematográfica, el mayor problema que le encuentro a The Boys in the Band es que se limita a seguir la máxima de “Si algo es bueno, ¿para qué cambiarlo?”. Las principales novedades respecto a la película precedente son imágenes de flashbacks y un epílogo que, en realidad, no aportan nuevas lecturas a lo ya conocido. Puestos a actualizar la historia, habría sido un ejercicio más interesante hacer una versión de la historia ambientada en la actualidad que explorase las problemáticas que arrastra la comunidad queer hoy en día.


Sin embargo, es injusto valorar The Boys in the Band por lo que no es. Como remake del film del 70 es igual de buena, ni mejor ni peor. La puesta en escena de Joe Mantello es muy deudora de la de William Friedkin pero sumamente correcta, y los roles más lucidos de la original lo son también en la nueva versión. Por tanto, Jim Parsons es quien se lleva la mejor parte del pastel, y la verdad es que lo sabe aprovechar para demostrar que, como ya hizo en la miniserie Hollywood, su rango interpretativo puede ir más allá del famoso Sheldon. Del resto, destaca Zachary Quinto creciéndose en los breves momentos en los que su personaje tiene algo que decir. Resumiendo, Los chicos de la banda, la de los 70, está disponible en Filmin, mientras que The Boys in the Band está en Netflix. Ambas son formas igual de estupendas de acercarse a la obra creada por Mart Crowley. Elijan la que más les interese, o mejor aún, vean las dos, pues aunque se trate de una fiesta bastante incómoda, merece la pena vivirla por partida doble.

7/10

9/10/20

Rifkin’s Festival – Sueños de celuloide


Dir.: Woody Allen
Int.: Wallace Shawn, Gina Gershon, Louis Garrel, Elena Anaya, Sergi López, Christoph Waltz, Enrique Arce, Steve Guttenberg
¿De qué va?: Un matrimonio americano acude al Festival de Cine de San Sebastián. Durante el transcurso del certamen, ella pasa demasiado tiempo con un aclamado director de cine francés, mientras que él se queda prendado de de una doctora española residente en la ciudad.

Reseña: De la misma forma en la que hubo un tiempo en el que las estrellas se mataban por trabajar con Woody Allen, ahora es un paria del que hay que renegar (y por un asunto del que se sabe ahora lo mismo que entonces). La situación provocó que el 2018 fuese el primer año desde 1981 en el que el director no sacaba película (Día de lluvia en Nueva York se retrasó por el conflicto con Amazon), y aunque todo apunta a que en el 2021 tampoco habrá, esta vez por la crisis del coronavirus, al menos en 2020 tenemos Rifkin’s Festival, el regreso de Woody Allen a Europa. Se trata de su segunda historia ambientada en España tras Vicky Cristina Barcelona (2008), cuyas múltiples virtudes quedaron eclipsadas por el carácter de promoción turística de la propuesta. Afortunadamente, su último trabajo no es tan descarado en ese aspecto, aunque San Sebastián luce de maravilla… si bien bañada por una luz más propia del Mediterráneo que del norte de España.

La trama de Rifkin’s Festival no es nada atípica dentro de la cinematografía de Woody Allen: un matrimonio aparentemente estable se resquebraja cuando tanto ella como él se fijan en terceras personas. La novedad reside en los detalles, como que el Festival de Cine de San Sebastián ejerza de telón de fondo y que el objeto de deseo de la esposa sea un joven y boyante director francés al que da vida Louis Garrel. Esto permite que Allen satirice a costa de los cineastas primerizos con ínfulas y de cómo los festivales y los críticos les bailan el agua, una situación que es contemplada con desencanto por  Mort Rifkin, quizás el álter ego más certero del director desde que este ya no actúa en sus películas. Mort es encarnado por Wallace Shawn, amigo del cineasta y secundario recurrente que ha podido dar el salto a protagonista por la espantada de la cantera de actores de Hollywood.

Como contrapunto a la murga en torno al director francés y a raíz de su defensa a ultranza de los grandes nombres del cine europeo clásico (y Orson Welles), Mort sueña con escenas míticas de sus películas favoritas reinterpretadas acorde con sus pensamientos y conflictos internos. Estos pequeños y divertidos homenajes a las figuras que han ejercido una gran influencia en el cine de Woody Allen son lo mejor y más singular del film. Recuerda a la forma en la que homenajeó a las grandes personalidades de los años 20 en Midnight in Paris (2011) pero, desafortunadamente, Rifkin’s Festival no es tan redonda. Tiene bastante encanto pero no es especialmente divertida, y el nivel de los diálogos está por debajo del ingenio habitual en los guiones de Allen. Además, Gina Gershon y Louis Garrel están estupendos pero infrautilizados, pues la película les deja a un lado para centrarse en la trama de Shawn y una reluciente Elena Anaya, que tiene que acarrear con un marido encarnado por Sergi López que nos da a entender que Allen cree que en España las relaciones tóxicas con pintores excéntricos están a la orden del día.

Ahora es cuando debo decir lo que siempre digo cuando una película de Woody Allen no me ha encantado: un Woody mediocre está siempre por encima de la media de lo que se estrena en cartelera. Pues lo reitero porque, aunque Rifkin’s Festival no sea uno de sus trabajos más sólidos, merece la pena tanto por su tributo al cine clásico europeo como por sus reflexiones acerca del remordimiento, las pulsiones románticas y, más importante aún, del inevitable momento en el que debemos asumir que jamás seremos tan brillantes como aspirábamos ser, algo que casa perfectamente con la modestia con la que Allen valora su propia carrera. Y claro, también está San Sebastián, que enamora aunque Vittorio Storaro se haya pasado con los brillos.

7/10

7/10/20

O.C: Arrebato (1980)

¿De qué va?: Tras la finalización de su segundo largometraje, el director de cine José Sirgado se encuentra del todo desencantado con la posición que ha alcanzado en la vida al entrar en la treintena. Un día, al volver a casa, se encuentra con dos de las razones que le han sumergido en ese estado, la heroína y Ana, su ex novia. También recibe un misterioso paquete enviado por Pedro, un personaje inquietante que le manda una enigmática película grabada en Super 8 donde José encontrará tanto una vía de escape como el camino sin retorno al mayor de los infiernos.

Reputación: Tras el éxito cosechado con el cortometraje Leo es pardo (1976), exhibido en el Festival de Berlín, Iván Zulueta empezó a desarrollar la idea de su siguiente corto, pero el guion de Arrebato pronto ganó volumen como para convertirse en su segundo largometraje tras Un, dos tres, al escondite inglés (1969), en la que figuraba José Luis Borau como realizador y no él por no formar parte del sindicato de directores. Nicolás Astigarraga, un arquitecto leonés que quería invertir en cine, proporcionó tres millones de pesetas a la producción de Arrebato, con un plan de rodaje de 15 días. Sin embargo, la filmación se fue alargando más de lo previsto, lo cual disparó el presupuesto del film a 14 millones de pesetas. La escasez de dinero a mitad de rodaje y la anarquía generalizada provocó la renuncia de varios técnicos, principalmente los de sonido, por lo que la película tuvo que ser redoblada a posteriori. El personaje de Helena Fernán-Gómez fue doblado por Pedro Almodóvar, para el que Zulueta había diseñado varios carteles de sus películas, y que podía falsear una voz femenina que al director le gustaba más para dicho personaje. La posproducción del film se prolongó durante 6 meses, siendo el montaje final de 180 minutos. Al productor Augusto Martínez Torres le encantó, pero sabía que sería imposible distribuirla en cines con esa duración. Tras batallarlo con Zulueta, consiguieron reeditar la película, quedándose en 110 minutos. El fracaso en taquilla de Arrebato y los problemas durante su producción provocaron tanto la ruptura de Zulueta con Nicolás Astigarraga como el inicio de su fama como director maldito

Comentario: Arrebato comienza con toda mi atención, con un paseo en coche junto a los cines de Gran Vía (la mayoría ya extintos), y me intriga cuando el protagonista, encarnado por Eusebio Poncela, recibe un misterioso paquete de una persona de su pasado con el que apenas tuvo contacto. Sin embargo, conforme la película va avanzando me desconcierta cada vez más, y no para bien. Me gusta la idea del cine como heroína y adicción de la que resulta más complicado salir cuanto más te sumerges en él, al igual que la mera existencia del film, de que tengamos una película de culto española con un estilo onírico situado entre Lynch y Cronenberg, pero, lamentablemente, no he sentido la fascinación que sí ha provocado en muchos cinéfilos que la siguen reivindicando a día de hoy. Me resulta suficientemente interesante e inquietante, pero no es para mí.

Próximo visionado: El viaje a ninguna parte (1986)

5/10/20

Explota explota – Una fiesta semifantástica


Dir.: Nacho Álvarez
Int.: Ingrid García-Jonsson, Verónica Echegui, Fernando Guallar, Fernando Tejero, Pedro Casablanc, Natalia Millán, Giuseppe Maggio, Carlos Hipólito
¿De qué va?: María es una joven bailarina con un fuerte anhelo de libertad en la España de los años 70. La época, marcada por la censura propia de la dictadura, sobre todo en la televisión, dificulta que María cumpla su sueño. Sin embargo, ella luchará hasta conseguirlo.

Reseña: Raffaella Carrà fue una de las presentadoras y cantantes más populares en España e Italia entre la década de los 70 y los 90. Una de sus apariciones televisivas más sonadas fue en el año 1971, cuando presentó su última canción, Tuca Tuca, en una actuación emitida en la RAI que fue duramente criticada por el Vaticano por enseñar el ombligo y bailar de forma “indecorosa” con uno de sus bailarines. Por tanto, la idea de un musical animado por el repertorio de la cantante italiana y ambientado en el tardofranquismo, con una España deseosa de “enseñar el ombligo”, es una idea estupenda que se ha traducido en Explota explota, la ópera prima de Nacho Ávarez, hermano de Fede, director de Posesión infernal (2013) y de No respires (2016).

La protagonista de esta historia es María, una muchacha a la que conocemos volviendo a España tras escapar de una boda fallida en Roma. Por una serie de casualidades impropias de una gran ciudad como Madrid, María acaba yéndose a vivir con la mejor amiga posible, conociendo a un chico maravilloso y consiguiendo una oportunidad de oro para cumplir su sueño: ser bailarina de un programa de variedades de Televisión Española. Sin embargo, la joven ignora que su romance en ciernes y su sueño laboral no son del todo compatibles. Explota explota es un cuento de hadas en el que el obstáculo que frena la felicidad de su heroína no es una malvada madrastra, sino un sistema dictatorial que considera que el cuerpo femenino es censurable, ya sea el ombligo de Raffaella, una falda “demasiado” corta o un escote.


Si bien la idea es estupenda, la ejecución no siempre está a la altura. Hay buenos números musicales en Explota explota, como el primero y el último, pero la mayoría van un tanto escasos de inventiva. Tanto la realización como las coreografías son bastante estáticas, confiando en que las pizpiretas letras de las canciones de la Carrà y el elenco pongan el resto; y lo hacen, pero de forma un tanto irregular. Ingrid García-Jonsson le pone ganas, pero a la hora de cantar y bailar va bastante justa, cuando debería deslumbrar. Fernando Guallar como su galán está bien aunque le falta un poco de carisma, mientras que Fernando Tejero encarna a un personaje problemático al que el guion trata demasiado bien. Natalia Millán está muy bien en un rol simbólico, pero quien se lleva toda la película de calle es Verónica Echegui. La actriz, recientemente vista en Orígenes secretos (2020), eleva un papel cliché de “andaluza graciosa y de buen corazón”, convirtiéndose en esa clase de personaje secundario arrollador al que se echa en falta cuando no está en escena.


Explota explota es un musical que, al margen de sus pegadizas melodías, de sus colores, de su recreación histórica y del desparpajo de Echegui, resulta bastante discreto. Buena parte de su encanto proviene de elementos que es mejor no tomar en serio; por ejemplo, que presente un microcosmos donde todo el mundo está convencido de que María es una gran bailarina cuando salta a la vista que no lo es, además de cameos y momentos insertados de manera un tanto cutre. Por tanto, si se visiona reduciendo los niveles de escepticismo, puede ser una experiencia cinematográfica muy disfrutable, una que precisamente ahora nos viene de lujo... pero también un tanto alejada del gran evento musical que podía haber sido.

7/10

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