7/5/18

Haiku canino

Poster Isla de perros

Dir.: Wes Anderson
¿De qué va?: En un futuro no muy lejano, en Japón, un brote de gripe canina se propaga por la ciudad de Megasaki. Por por eso, el Mayor Kabayashi dicta una orden de emergencia decretando la expulsión de los perros, que van a parar a isla vertedero. Allí, un grupo de perros alfa, encabezados por Chief, han perdido toda esperanza de volver con sus dueños… hasta que un día aparece Atari, un niño de 12 años, que llega hasta la isla pilotando un avión con el objetivo de encontrar a su perro Spots.

Reseña: “Pienso en Japón y me pregunto, ¿habré creado este país en mi cabeza?”. Así de encantada se expresaba Shoshanna en la quinta temporada de Girls, rodeada de gente con looks estrafalarios y cafés de gatos. Porque hay dos maneras de abordar una cultura ajena: manteniendo la postura curiosa pero distante del turista o abrazarla y hacerla propia. Para su noveno largometraje, el segundo de animación, Wes Anderson ha pasado un barniz oriental por ese particular microcosmos que ha construido a través de su filmografía y, lejos de quedarse en la superficie, profundiza hasta llegar a los cimientos, dando lugar a una tierna fábula que reverencia el imaginario nipón desde las entrañas, al tiempo que rinde un sentido tributo al animal mundialmente conocido como mejor amigo del hombre, el perro.

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La distopía que presenta Wes Anderson no resulta demasiado descabellada pese a su aspecto animado; todos sabemos que los humanos preferimos deshacernos de nuestros problemas por la vía rápida antes que encontrar una solución. Así, esos perros abandonados a su suerte en una isla de basura son como samuráis exiliados por un pueblo ingrato tras una vida de lealtad y fidelidad inquebrantables. Y de la misma forma que un samurái no es nadie sin una misión, un can está perdido sin su dueño, de ahí que el grupo de perretes que protagoniza el film se une a la causa de un crío que llega a la isla en busca de su perro desaparecido, emprendiendo un viaje por llanuras de desechos plagadas de peligros. La narración es tan franca y transparente como es habitual en el amigo Wes, de estructura episódica y oportunas explicaciones, como la que indica al comienzo que raramente el japonés hablado en la película va a ser traducido al inglés. Aunque algunos puedan considerar que esa decisión impide poder empatizar con los personajes nipones, lo cierto es que la lengua japonesa es un elemento esencial de su cultura, y de esta manera, el japonés siempre se va a oír, sin importar en qué idioma esté doblado el film. Potencia su identidad, al tiempo que lo dota de un misterio que sólo aquellos espectadores que hablen el idioma podrán desvelar.

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El nivel de detalle en los personajes y escenarios es tan, tan rico y creativo, que merece un revisionado en el que se le haga justicia, dado que la primera vez estaremos demasiado embobados por la belleza de las imágenes (permaneciendo, cómo no, la obsesión de Wes Anderson por la simetría), la ligereza con la que se mueve la cámara y se suceden los planos, y por el irremediable encanto que transmiten sus personajes, los clásicos parias alienados en continua búsqueda de lugar y propósito vital que protagonizan sus historias, con un repertorio de voces de auténtico lujo compuesto por colaboradores habituales del director (Bill Murray, Edward Norton, Jeff Goldblum, Tilda Swinton…) e incorporaciones brillantes (Bryan Cranston, Greta Gerwig, Scarlett Johansson…), con una banda sonora compuesta por otro viejo conocido, Alexandre Desplat, que aunque pueda resultar machacona en contadas ocasiones refuerza el carácter épico, entre John Ford y Akira Kurosawa, que posee el film.

Isla de perros

La película contiene unas dosis de humor negro prácticamente inauditas hasta la fecha en la carrera de Wes Anderson, pero no pierde ni un ápice de la melancolía, la ternura y el tempo cómico que siempre le ha caracterizado, siendo aquí el anclaje emocional más puro, honesto y universal que nunca al residir en la relación entre un niño y su perro. Es algo con lo que es fácil conectar tanto en Japón como en cualquier otra punta del planeta para cualquiera que pueda sentir un mínimo de cariño hacia un animal capaz de profesar un amor condicional de la manera orgánica que se evidencia en la película. No soy capaz de decir si Isla de perros es mejor o peor que la también sobresaliente Fantástico Sr. Fox (2009), pero sí que Wes Anderson continúa en su línea en plena forma, sin presentar síntomas de agotamiento, y que con su último trabajo ha creado un cándido, agridulce y conmovedor poema visual y sonoro dedicado a un animal y un legado cultural que resulta impagable.

9/10

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