31/7/19

El rey león – Naturaleza muerta



Dir.: Jon Favreau
¿De qué va?: Simba es un pequeño león heredero del trono de la sabana africana. Sin embargo, al ser injustamente acusado por el malvado Scar de la muerte de su padre, se ve obligado a exiliarse. Durante su destierro, hará buenas amistades e intentará regresar para recuperar lo que legítimamente le corresponde.

Reseña: El fracaso comercial de Tiana y el sapo (2009) provocó que Disney abandonase la animación en 2D para centrarse en la tridimensional, que tan buenos resultados le estaba dando a través de Pixar. Y aunque ha sufrido muy pocos tropiezos desde entonces, resulta inevitable echar de menos esa magia bidimensional con la que nos maravilló a tantos de niños. Habría estado bien que la mercantilización de la nostalgia en la que estamos envueltos hubiese tirado por la revitalización de las técnicas de animación tradicionales en vez de por los remakes de acción real de clásicos Disney, pero eso habría conllevado un esfuerzo creativo extra (y un riesgo económico más alto). Siendo El rey león (1994) una de las películas Disney más exitosas, taquilleras y preferidas del gran público, el remedo era inevitable y, a la vista del resultado final, completamente innecesario.


Tras dirigir el mejor y más completo remake en acción real de Disney hasta la fecha, El libro de la selva (2016), Jon Favreau volvió a firmar con Disney para encargarse de El rey león, una apuesta sobre seguro que va en consonancia con una película que es prácticamente un calco de la original. Ya saben lo que se dice, si algo funciona… ¿para qué cambiarlo? Es una máxima que deberíamos poder aplicar también a los remakes, porque si la cinta original no ha envejecido nada mal, ¿por qué hacerla de nuevo con animales realistas? (Sin genitales, eso sí) Una vez termina la impresión que produce el gran nivel de detalle de los animales y las animaciones durante el prólogo del film, calcado plano a plano de su referente, revivimos la historia del crecimiento de Simba, tan sólida y bien narrada como en antaño, pero capada de toda emoción. De tan realistas que son los animales resultan inexpresivos, causando que secuencias tan míticas e impactantes como la de la estampida sean meros trámites narrativos.


Lo que al final consigue la obcecación por el realismo es coartar la imaginación y el espectáculo de la animación tradicional. ¿De qué sirve que las imágenes parezcan sacadas de National Geographic si no trasmiten nada? Esto se hace patente sobre todo en los números musicales: en la original, el Yo voy a ser el rey león era una explosión de color y de animales coristas, mientras que en el remake, se limita a Simba y Nala correteando entre la fauna para despistar a Zazú. Lo mismo ocurre con Scar, las hienas, la canción de Preparaos, la de Es la noche del amor, Rafiki… La película no deja de ser un homenaje a la original que no hace más que recordarnos lo buena, divertida e imaginativa que era aquella en comparación.


Hay cosas que están bien, como que el dúo formado por Timón y Pumba no haya perdido la chispa, que hayan dado un poquito más de cancha a las leonas y a Nala en particular, pese a que la voz de Beyoncé nos saque constantemente de la película, y es muy probable que estemos ante los mejores efectos especiales de la cosecha cinematográfica del 2019. El resto, no es más que un reflejo tan caro como aséptico. Los incondicionales de El rey león la sabrán apreciar porque, al fin y al cabo, se trata de la misma historia bajo un envoltorio espectacular, pero está tan carente de riesgo, imaginación y vida que para cuando llegue el siguiente remake, el de Mulán, ya habremos olvidado sus imágenes. Ese amigos, es el ciclo de la vida de los remedos Disney.

5/10

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