20/9/17

We Can’t Breathe

Poster Detroit

Dir.: Kathryn Bigelow
Int.: John Boyega, Will Poulter, Algee Smith, Anthony Mackie, Jacob Latimore, Jason Mitchell, Hannah Murray, Jack Reynor, Kaitlyn Dever, Ben O’Toole, John Krasinski, Nathan Davis Jr.
¿De qué va?: En el verano de 1967, la policía llevó a cabo una redada en un bar sin licencia en Detroit, desencadenando unos violentos disturbios raciales que asolaron la ciudad norteamericana durante cinco días, y que acabaron con 43 fallecidos, 1.200 heridos y múltiples daños materiales. Esta es la historia de lo que ocurrió una de esas noches cuando un grupo de agentes se adentró en el motel Algiers tras oír disparos procedentes del lugar.

Reseña: El último pico de tensión racial en Estados Unidos, iniciado hace un par de años, terminó con las esperanzas de aquellos que creían que el país había acabado con su legado racista al tener al primer presidente afroamericano en la Casa Blanca. Pero la era Obama terminó con cierta sensación de derrota, no solo por quién fue elegido como su sucesor, sino porque no se consiguió solventar ni las acciones violentas del cuerpo de policía hacia la población afroamericana ni el malestar y la indignación de esta última. Tras plasmar los claroscuros de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo en Oriente Medio en La noche más oscura y En tierra hostil, Kathryn Bigelow vuelve a su patria para indagar en un suceso de hace 50 años con un más que evidente paralelismo con lo que está sucediendo allí de un tiempo a esta parte.

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De la misma forma en la que en el prólogo de La noche más oscura se estableció como precedente de la operación de la caza a Bin Laden con llamadas reales de víctimas del 11-S, Bigelow y su colaborador habitual, el guionista Mark Boal, arrancan Detroit con una introducción que explica la formación de los guetos en las grandes ciudades norteamericanas, y así dan pie al suceso que desencadenó la guerrilla que tuvo lugar en Detroit en el verano de 1967. La película empieza por lo general y gradualmente pasa a lo particular, reparando en los personajes que serán partícipes del suceso en el que se va a centrar la trama, ejerciendo tanto de representación  de lo que se vivió durante aquellos días en la ciudad como de paradigma sobre la relación entre las autoridades abusivas y la población afroamericana. Detroit tarda en arrancar por una presentación de contexto y personajes quizás demasiado dilatada, pero una vez estalla el conflicto, Bigelow da rienda suelta del nervio que caracteriza su estilo directivo creando una situación tensa, violenta e incómoda a tiempo real, en la que el espectador es forzado a presenciar, en calidad de testigos y cómplices, los abusos y salvajadas que cometieron aquellos policías racistas contra esos chavales y contra las dos chicas blancas que tampoco se salvaron de sus agresiones y humillaciones.

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Pero ahí no acaba la cosa, porque aún queda un tercer acto que expone las consecuencias de lo que ocurrió en aquel motel, pasando del terror al más puro estilo ‘home invasion’ al drama judicial, y donde la indignación alcanza su cúspide, porque por muy increíble y fuerte que nos parezca lo presenciado, sabemos que el gatillo fácil del cuerpo de la ley, sus abusos de poder, las amenazas, los agujeros negros del poder judicial, las corruptelas y, en definitiva, la porquería que esconden las autoridades bajo la alfombra, es algo tristemente verídico. Por eso, uno acaba Detroit tan cansado por su extenso metraje (dos horas y veinte) como cabreado y derrotado ante el sistema y la sociedad; no es para menos. El film es una maquinaria perfectamente engrasada para generar esa clase de emociones sin caer en el sentimentalismo barato; véase la entereza y la devastadoramente silenciosa desolación con la que las familias afrontan la noticia de la muerte de su respectivo ser querido.

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A pesar de dejar claro antes de que empiecen los créditos finales que nunca se llegó a aclarar lo que ocurrió aquella noche y que el guion se basa fundamentalmente en el testimonio de algunos de los implicados, algunos podrían acusar a Bigelow de encarar la historia de forma superficial, sin indagar en, por ejemplo, la psique y las motivaciones de los agentes de policía implicados. Puede que falte un poco de contexto para entender por qué esos jóvenes no están preparados psicológicamente para ir con un arma cargada por ahí y cargar con una responsabilidad que les viene demasiado grande, pero tanto la imponente interpretación de Will Poulter como la firme convicción de que a día de hoy existen agentes de la ley cortados por el mismo patrón resulta realmente terrorífico. Detroit es la respuesta cinematográfica a todas esas noticias que hemos visto los últimos años sobre muertes de afroamericanos desarmados a manos de policías que no siempre reciben la condena que merecen. Esto no es nuevo, la violencia solo genera más violencia y no la vamos a erradicar a menos que cambiemos la sociedad desde la raíz. Suerte para todos.

7/10

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