27/6/12

El rincón de Chechu: Sotanas, sótanos

La única vez que Jesús se enfadó fue cuando entró en una iglesia.
Thomas Doyle, Líbranos del mal.


No voy a utilizar a los niños. Podría comenzar escribiendo algo sobre la infancia, sobre la ingenuidad y la pureza de un chiquillo, describiendo quizás una escena de juegos en el parque o la mirada curiosa y expectante de un recién nacido. Pero eso sería jugar con ustedes, y no lo haré. No sé si cuando abren un suplemento, una revista, y leen un reportaje de pobreza, de guerras o de hambre, se dan cuenta de la sutil diferencia. Un escritor que utiliza es un escritor que pulsa la tecla necesaria, clic: ‘cuando me iba, pude ver el reflejo de su vestido azul, sus sandalias roídas por la tierra, sus ojos claros que me miraban desde el umbral, una luz, un qué se yo distinto, lejano, ingenuo, el misterioso rumor, quizás, de la verdad y del dolor’, por ejemplo, después de contar cómo su padre campesino fue asesinado en una revuelta civil. Y nuestros ojos mojados, la nariz que se congestiona porque vemos en la niña la indefensión, el miedo. El escritor, hábilmente, la ha usado para su objetivo: llegar a los lectores.

Poster Libranos del malHoy intentaré hablarles sobre Líbranos del mal, un impresionante documental sobre pedofilia en la Iglesia Católica que retrata cómo Oliver O’Grady, párroco americano en el estado de California, abusó de decenas de niños durante casi treinta años con conocimiento de sus superiores eclesiásticos, que, en lugar de expulsarlo de la Iglesia y avisar a las autoridades, fueron encubriendo los casos y moviéndolo de pueblo en pueblo para evitar el escándalo.

Amy Berg, la directora, reconstruye la historia a base de contraponer testimonios: los de tres adultos que fueron víctimas de las violaciones, los de sus familias, los de numerosos expertos, y, agárrense bien a la silla, los del propio Oliver O’Grady, el cura que cometió los delitos. La Iglesia renunció a tomar parte en la película, lo que es ya un síntoma de la gravedad de los hechos, pero puede verse a los obispos, monseñores y diáconos de turno a partir de las declaraciones grabadas en los juicios. Tenemos, pues, un fresco completo de toda la situación, desde el año 1976, cuando se produjo el primer incidente conocido, hasta 2005, momento en que se rodó el documental.

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Hábilmente, Berg traza una línea temporal y espacial que va ensanchándose con el paso de los minutos. Al principio, un pueblo y una niña. Después, otro, y varios chicos. Más adelante, el tercero, y los casos aumentan en número y brutalidad. Finalmente, un recóndito lugar de las montañas, donde estalla la historia gracias a la aparición de la policía. Y esto aderezado con las explicaciones del cura irlandés, que, mientras pasea por su país natal, diserta sobre la dualidad de su cargo y sus instintos, cómo sopesaba sus actos y su culpa en el mismo instante en que cometía el abuso, con frialdad espeluznante. Mientras, la familia de una de las víctimas habla sinceramente desde su sofá, contando cómo conocieron al párroco, qué pronto se hizo amigo de la familia, y, en un momento avanzado del documental, cómo descubrieron lo que había ocurrido. Un padre llorando y gritando de rabia a la cámara, ‘por las mañanas yo me iba al trabajo, le decía buenos días, y él se quedaba leyendo su Biblia y rezando sus oraciones. Luego, de noche, violaba a mi hija.’

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‘Si me preguntas si me excitan los hombres, te diré que no. Si me preguntas si me excitan las mujeres, te diré que tampoco. Y si me preguntas si me excitan los niños… quizás.’ Esto dice O’Grady mientras es entrevistado en un parque. Por corte, continuamos viendo las declaraciones del obispo y de los diáconos, observamos cómo se ponen nerviosos ante las preguntas de los jueces, qué mentiras dicen ante la aplastante verdad de los documentos, o cómo sus astutos abogados impiden que tengan que responder a preguntas comprometidas.

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Pero la línea trazada por Amy Berg viaja mucho más lejos, y llega directamente al Vaticano, implica al actual papa Benedicto XVI, y muestra sin tapujos la reacción de la institución sagrada, nula. Disecciona la mezquindad y la miseria que compone al hombre, su lucha por el poder, su egoísmo, la rotura de los valores fundamentales que tanto predican sus oraciones. Para ello utiliza a Thomas Doyle, sacerdote expulsado de la Iglesia por su actitud crítica con el sistema eclesiástico y su posicionamiento a favor del pueblo y de las víctimas, ‘Dios no es la Iglesia, Dios está aquí y somos todos nosotros’, dice en una ocasión. Y también a teólogos e historiadores reputados, que explican, entre otras cosas, por qué el catolicismo adoptó como norma el celibato para sus sacerdotes, cómo está gobernada la institución eclesiástica, y qué motivos reales subyacen detrás de cada Credo, de cada Padrenuestro, de cada sacramento. Psicólogos relatando cómo el comienzo del voto de castidad, a los quince o dieciséis años, destruye el desarrollo psicosexual de un hombre y puede provocarle desequilibrios graves durante toda su vida.

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Como ven, no he utilizado la tecla fácil, clic, ni he intentado provocar el horror o el golpe en ustedes con este artículo. Para eso, vean Líbranos del mal. Poco más que decir tengo. Hoy he escrito de forma distinta a como lo suelo hacer. No he buscado la ironía, la belleza, la reflexión o la emoción con mis palabras. Hoy he querido exponer esta película aquí, hacer que quizá les pique la curiosidad y la vean. Porque lo que se encontrarán les golpeará, y no les dejará indiferentes. No hace falta que yo les diga cómo es un niño o les describa la forma en que sonríen cuando abren regalos. Ustedes ya lo saben, y ya lo sé yo, y lo saben también los pedófilos.

1 comentario:

Descomulgada dijo...

Tras éste y "Capturing the friedman", creo que me he quedado en shock.

Desde luego, en "Libranos del mal" es interesante comprobar cómo en un principio uno se siente horrorizado, pero lo suficientemente lejos, para luego comprobar cuán cerca queda de nosotros. En espacio y tiempo. 10%...

P.D. Hoy voy a dormir fatal.