20/7/12

O.C: Una noche en la ópera (1935)

Poster Una noche en la opera¿De qué va?: Otis B. Driftwood es el representante de Mrs. Claypool, una acaudalada viuda que quiere ejercer de mecenas de una ópera para así codearse con la alta sociedad. Para conseguirlo, Driftwood le presenta al empresario Herman Gottlieb, quien desea que le financie la ópera con el protagonismo del arrogante y famoso Rodolfo Lasspari. Lasspari está enamorado de Rosa Castaldi, quien le rechaza a favor de otro cantante de escasa popularidad llamado Ricardo Baroni.

Reputación: Tras una época de grandes éxitos ligada a Paramount Pictures, los Hermanos Marx abandonaron el estudio por diferencias creativas y financieras. Posteriormente, Zeppo dejó la actuación y se convirtió en agente de sus hermanos, cargo que desempeñó hasta el final de sus carreras. Los tres Hermanos Marx que ahora formaban el conjunto se pasaron a la Metro-Goldwyn-Mayer y, siguiendo las recomendaciones del productor Irving Thalberg, decidieron dar un giro a su fórmula humorística para contextualizar sus gags dentro de una narración, al contrario de sus primeras películas cuyos argumentos eran prácticamente inexistentes. Así, para sus siguientes películas intercalaron entre las escenas de humor otras de tipo romántico y números musicales no cómicos. Una noche en la ópera fue la primera película de esta etapa de su trayectoria artística, su mayor éxito de taquilla y su mejor obra según una buena parte de sus seguidores. Curiosamente, el mítico Buster Keaton participó en la confección del guión, pero su nombre no figura en los créditos.

Una noche en la opera

Comentario: La historia de amor que cuenta Una noche en la ópera es en realidad lo menos interesante de la película, y es que no es más que la excusa argumental para que los Hermanos Marx hagan de las suyas y se introduzca una crítica y se haga mofa sobre la soberbia burguesa. Lo mejor de la cinta reside en algunos sketches considerados memorables con toda la razón del mundo como el del disparatado overbooking en el camerino o la escena de la negociación del contrato. En realidad, cualquiera de los momentos en los que Groucho Marx da rienda suelta a su cínico sentido del humor resultan hilarantes. Lástima que el ritmo del filme se vea truncado por la secuencia musical del barco, demasiado larga para mi gusto. Luego vuelve a recuperar el tino, eso sí, sin producir las carcajadas conseguidas durante el primer acto.

Próximo visionado: La jungla de asfalto (1950)

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