17/9/16

¡Jo, qué verano!

Gravity Falls

Creador: Alex Hirsch
Emisión: 2012 – 2016, Disney Channel y Disney XD
2 temporadas

Disney Channel es el canal de televisión que ha servido como catapulta de estrellas adolescentes como Miley Cyrus, Selena Gomez o los Jonas Brothers, a través de series como Hannah Montana, Hotel Dulce Hotel o Los Magos de Waverly Place que, por decirlo de una manera suave, sólo hacen gracia a sus fans más incondicionales. Sin embargo, entre tanto ídolo quinceañero manufacturado, ha surgido una ‘rara avis’  titulada Gravity Falls que, dado su nivel de inteligencia, humor, frikismo, complejidad y brillantez, parece más propia de una cadena como Cartoon Network que de Disney, cuyas joyas suelen limitarse al ámbito cinematográfico.

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El creador de la serie, Alex Hirsch, se inspiró en las vacaciones que pasó durante su niñez junto a su hermana para crear a Dipper y Mabel Pines, dos hermanos mellizos que son enviados por sus padres a pasar el verano con su tío abuelo Stan, que vive en un pueblo llamado Gravity Falls, donde regenta un fraudulento museo de rarezas. Aunque a primera vista, la vida allí es bastante anodina y tranquila, Dipper encuentra un enigmático libro que le guiará a través de los numerosos misterios y criaturas fantásticas que esconde el lugar. Y es que, al igual que Twin Peaks, Gravity Falls es una población de la América profunda habitada por una serie de personajes muy pintorescos y una buena ristra de secretos de naturaleza paranormal. Como el buen frikazo que pinta ser Alex Hirsch, la mítica serie de David Lynch es una de las muchas influencias de la cultura pop que han contribuido a crear el particular mundo de Gravity Falls, manifestadas a través de pistas visuales, personajes, líneas de diálogo, tramas episódicas y demás, siempre con un humor muy afinado y nada pueril.

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Pero en vez de limitarse a ser un batiburrillo de referencias culturales, Gravity Falls emplea todos esos elementos para enriquecer una serie de aventuras capaz de enganchar tanto a niños como a adultos por la forma totalmente honesta y libre de cinismo en la que aborda la infancia y el principio de su fin, valiéndose del carácter perfectamente definido de sus dos protagonistas: por un lado está Dipper, un chico avispado, introvertido y curioso que experimenta el primer flechazo por una chica mayor que él, al tiempo que comienza a sufrir los problemas típicos de la adolescencia, como la necesidad de aprobación de los demás o la crisis de su propia masculinidad. En cambio, su hermana Mabel es extravagante por convicción, sociable, positiva y sin ningún reparo en demostrar el amor que siente por los unicornios, las manualidades, la purpurina o por su cerdito Waddles. Mientras Dipper sueña con ser mayor, varonil e independiente, Mabel no está tan dispuesta a dejar atrás la infancia. Dos formas tan opuestas como complementarias de experimentar y entender la pubertad.

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Sin embargo, Gravity Falls no está en un tiempo suspendido como Los Simpsons o Padre de familia. Si bien en la primera temporada prevalece la presentación de personajes y los misterios autoconclusivos, la segunda está más dirigida a resolver el gran misterio que mantiene a Dipper en ascuas: ¿quién es el autor del libro que da cuenta de todas las criaturas que se esconden en Gravity Falls? Así, la segunda tanda de episodios está plagada de revelaciones y giros argumentales propios de la compleja serie de ciencia ficción que es en realidad, a pesar de los prejuicios que pueda acarrear por su formato animado y su cadena de emisión. Pocas ficciones actuales cuentan con una galería de personajes tan carismática como esta, con un fantástico trabajo vocal de actores como Jason Ritter, Kristen Schaal, Linda Cardellini, J.K. Simmons o el propio Alex Hirsch, que dobla a varios de los personajes.

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Los espectadores que siguieron la segunda temporada al ritmo de su emisión tuvieron que sufrir una retransmisión errática con hasta tres meses de parón entre capítulo y capítulo en varias ocasiones, además de llevarse un buen disgusto cuando Hirsch anunció que la serie no tendría tercera temporada; una decisión absurda desde el punto de vista comercial pero totalmente razonable desde el artístico, porque no se puede hablar del paso del tiempo y del valor de esos veranos en los que nos hicimos mayores contando una historia en la que la estación estival es interminable y los personajes no envejecen. Tras un acto final de infarto, el desenlace resulta perfecto, y tan triste como el día antes de la vuelta al cole, ratificando a Gravity Falls como una de las mejores y más inteligentes series que se han emitido en los últimos años, sin complejos que valgan.

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