10/5/20

Crónica del D’A Film Festival 2020 (2/2)

La gran y más comentada sensación de esta edición del D’A Film Festival ha sido sin lugar a dudas My Mexican Bretzel, un documental de Nuria Giménez Lorang que cuenta a través de imágenes caseras la relación de Vivian y León Barrett entre los años 40 y 60 del siglo pasado. La originalidad viene a través de la forma en la que está contada, con una voz en off presente únicamente en subtítulos y con el  acompañamiento sonoro de efectos muy concretos. Si entran en el juego, disfrutarán mucho de una historia cortada por el mismo patrón de los grandes melodramas clásicos de Hollywood, con una lúcida reflexión sobre la construcción de la realidad y la importancia de lo ficticio en nuestras vidas. A mí particularmente se me atragantó a mitad del metraje su peculiar estilo narrativo, pero le reconozco su mérito y valor.



Otra película entre autobiográfica y experimental dentro de la programación del D’A Film ha sido La educación sentimental de Jorge Juárez. El film mezcla imágenes de un malogrado documental sobre el proyeccionista de un cine poco antes de la digitalización de las salas con las que plasman la relación de su director y protagonista con su novia, concretamente el distanciamiento que se produjo entre ambos tras pillarles de lleno la crisis económica al terminar la universidad. La película es una amalgama de ideas, historias y sensaciones en torno al fin de la ingenuidad y el celuloide para dar paso a una vida adulta complicada, gris y con menos encanto. Me interesa porque he pasado por muchas de las situaciones que se reflejan en ella (un voluntariado europeo como válvula de escape a una España decadente, la fascinación por el cine en 35 mm…) pero creo que su alcance es corto y muy pocos lograrán conectar con ella.



Las filmaciones caseras se han adueñado de esta edición del D’A Film. En Las buenas intenciones, la argentina Ana García Blaya parte de grabaciones de su infancia que introduce en la propia película para relatar el momento en el que su madre encuentra una vida mejor fuera del país, lo que provocaría que tanto Ana (Amanda en el film) como sus dos hermanos ya no podrían pasar tanto tiempo con su padre, que lleva años separado de su madre. Las buenas intenciones es una película muy sencilla pero muy tierna, una carta de amor que le dedica García Blaya a su padre, todo un personaje al que encarna Javier Drolas con muchísimo carisma. Es de ese tipo de personas despreocupadas que tienen el don de caer siempre de pie, pero con la que es muy complicado enfadarse, y con unas amistades a cada cual más peculiar. El cariño con el que Ana/Amanda mira a su progenitor es contagioso y se adueñe de este estupendo film.



Monsters es una película rumana dirigida y escrita por el debutante Marius Olteanu que sigue los pasos de una pareja en crisis. Mientras ella pasa la noche en un taxi, él acude a un encuentro con un hombre que ha conocido a través de una aplicación. Monsters versa sobre cuando en una relación llega el momento de decidir si merece la pena seguir engañándose a uno mismo, ya sea por comodidad, por miedo a lo que vendrá después o por presión social. Olteanu desvela de forma pausada y haciendo un inteligente uso de los cambios de la relación de aspecto de la imagen el conflicto interno de sus personajes, al tiempo que demuestra una gran habilidad a la hora de plasmar situaciones cotidianas, como las interacciones con el vecino pesado o el egoísmo y la despersonalización que se suele producir en los encuentros sexuales concertados por la red. Los protagonistas, Judith State y Cristian Popa, están fantásticos. En definitiva, una ópera prima muy sólida y notable.



Otro debut presente en el D’A Film es el de Mamen Díaz y su Violeta no coge el ascensor, película inspirada en Hannah Takes the Stairs (2007). Violeta Rodríguez, hija de David Trueba y Ariadna Gil, toma el testigo de Greta Gerwig encarnando a una joven que pasa el verano en Madrid como becaria de una editorial, donde se verá metida en un conflicto sentimental con dos compañeros de trabajo. La película es el mumblecore (subgénero del cine indie americano caracterizado por la naturalidad y el bajo coste) trasladado al cine español. Aunque al principio chirría que en algunas escenas aparezca la claqueta o la propia directora dando indicaciones a sus actores, al final no queda mal, y le da a la producción ese toque de “película hecha con los colegas” que en realidad es. No es gran cosa pero, al igual que La virgen de agosto (2019), retrata el verano en Madrid como algo más maravilloso de lo que seguramente sea, se le coge cariño a algunos personajes (ojalá un spin-off sobre la compañera de piso de Violeta) y retrata bastante bien la confusión millennial.



Los lobos de Samuel Kishi es un film mexicano sobre dos niños de 8 y 5 años que viajan con su madre de México a Alburquerque. Cuando llegan a territorio norteamericano, la madre se marcha cada día a trabajar prohibiendo a sus hijos que salgan del departamento donde residen, por lo que los críos tendrán que hacer uso de su imaginación para no aburrirse, con la esperanza de que algún día su madre cumpla su promesa de llevarles a Disneylanda. Los lobos ha sido definida como la The Florida Project (2017) mexicana, aunque también tiene un poco de Nadie sabe (2004). Con todo, la película de Kishi tiene suficiente personalidad propia, una producción muy cuidada, acertados insertos animados y unos niños protagonistas (y una casera asiática) muy entrañables. Como retrato de una situación extrema y dramática desde el ingenuo punto de vista infantil es tal y como se puede esperar, pero igualmente funciona a todos los niveles.



Por último llegó A Stormy Night, la película de clausura del festival. El debutante David Moragas dirige, escribe y co-protagoniza esta historia en la que da vida a Marcos, un documentalista que se queda atrapado en Nueva York por culpa de una tormenta. Marcos es rescatado por una amiga, que aunque no está en la ciudad, le invita a pasar la noche en su casa, donde también vive un amigo suyo. En la presentación de la película, Moragas declara que su película es un homenaje a las comedias románticas con las que creció, sobre todo las de Julia Roberts, aunque la verdad es que no hay nada de eso aquí. Los nombres de Woody Allen y Agnès Varda también son invocados a lo largo del film, pero su influencia no es demasiado acusada. A Story Night es el choque frontal que se produce entre dos personajes con personalidades tan opuestas como sus ideas acerca del amor, las relaciones, el trabajo y la vida, lo cual debería incentivar una atracción sexual que se ve mermada por la escasa química que hay entre los actores. Se agradece que no caiga en algunos de los lugares comunes del cine de temática homosexual, pero termina siendo una propuesta más ambiciosa de lo que consigue abarcar.



Y esto es todo lo que ha dado de sí el D'A Film Festival para un servidor. Ojalá volver a experimentarlo de nuevo, pero ya de forma presencial.

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