22/2/11

El rincón de Chechu: El cirujano de hierro

Michael Haneke   No se alarmen: llegué a Michael Haneke un poco más crecido, con dieciocho años, el curso en que dilapidé gran cantidad de dinero y salud en Santiago de Compostela. Uno de mis cinco compañeros de piso era bastante cinéfilo, uno de esos amantes de cine duro y con buen tono. Él me dejó, entre otras, películas como Mulholland Drive o Lock & Stock por primera vez. Así que un día -una tarde de viernes en las que la resaca no te permite más que tumbarte, ver cine y dejar que pase lentamente el tiempo- le dije "tío, déjame una de esas pelis cojonudas que tienes ahí en el estante." Y él, sin dudar, cogió una caja blanca, original, que lucía un título atractivo y a la vez engañoso: Funny Games. "De quién es", le pregunté. Al decirme que era de un director austríaco filósofo y psicólogo, no me lo pensé. "Pero ten cuidado", advirtió. "Es fuerte."

Funny Games 
Y después pasé las dos horas más turbadoras y fascinantes que he vivido frente a una pantalla. Intensa y fría fotografía; colores blancos desasosegantes de tan puros; planos fijos; encuadres perfectos, con una utilización del fuera de campo que jamás había visto hasta entonces. Todo al servicio de una historia serena y brutal, kamikaze, de una historia que me agujereó el corazón y me dejó petrificado, pensando durante todo el día en esa parte oscura de nosotros mismos que, si sale a flote, aniquila todo y a todos de un sólo golpe certero. Acababa de caer en el cine visceral de Haneke, de acoger esa adicción que crea ver sus películas: un vicio extraño y ambiguo, que impulsa a viajar con él a las entrañas de la violencia para descifrarla y sentirla como nunca, para que te golpee y te deje noqueado, estático en el sofá durante el resto del día.

Poster CacheA partir de ahí vino ya toda su filmografía, y fui descubriendo los  distintos registros del -para mí, sin duda- mejor director de cine europeo. Con Caché me llevó en un viaje angustioso a lo más profundo de los recuerdos infantiles, al daño que pueden hacer si se entierran para siempre: la vida devuelve el mal que se ha hecho, sin importar que uno se esconda. Sin ánimo de contarles nada, tengo que decir que en esa cinta se encuentra el suicidio mejor rodado y más impactante que he visto nunca. Y el tono, esa sensación que logra crear en el espectador en cada una de sus historias. El tono, eso tan difícil de conseguir y que sólo unos pocos maestros logran. El tono, algo que no soy capaz de explicar, sólo de percibir. Para mí, su mayor mérito.

El video de benny 
El vídeo de Benny vino después, una historia directa y profundamente psicológica sobre la violencia en los jóvenes y sus posibles causas. Si tienen la oportunidad de verla, quédense sobre todo con el comienzo e intenten no asustarse. Otras películas, como La Pianista o El tiempo del lobo, ahondan en la doble vertiente del ser humano: el arte y la depravación en la primera, una historia contradictoria e inquietante sobre una pianista excelente y su sexualidad oscura e hiriente; la bondad y la mezquindad en la segunda, la ruina que conlleva para los de nuestro alrededor la lucha infernal por la supervivencia en un medio devastado y sin recursos.

La pianista 
Pero mención aparte merece El séptimo continente, una de sus cintas más antiguas y, a mi modo de ver, su obra maestra. La desintegración total de una familia burguesa y acomodada, anclada en las mejores comodidades del mundo capitalista, totalmente instalada en la gracia y beneficios de lo que hoy en día llamamos "Estado del Bienestar". Aquí Haneke se atreve con un estilo deliberadamente pausado y detallista, en el que apenas muestra los rostros de los protagonistas, en el que se centra casi con exclusividad en retratar el mundo artificial que nos rodea como sustitutivo de nosotros mismos. Y lo consigue, el maldito genio: logra asquearnos, sacudirnos y hacernos pensar, despreciar con asco una caja de cereales, un aparador o un simple cepillo de dientes. "Quién diablos somos", piensas para siempre desde que la ves. "Qué diablos hacemos."

El septimo continente 
Poster La cinta blanca En cuanto a La cinta blanca, su última y más conocida película -la nominación al Oscar le llega mal y tarde, como suele suceder-, no es de las mejores, siendo sin duda estéticamente impresionante. Continúa en ella con el tono, ese personalísimo tono que tanto acojona, pero cojea quizás en la historia y en su resolución. Un estudio brillante sobre la maldad de los niños, pero que desgraciadamente no culmina con toda la certeza que debiera.

De todas formas, no quiero confundirles. Haneke no es uno de esos agitadores que cargan sus películas de vísceras y de sangre, de violencia gratuita o de situaciones desagradables y morbosas. En una de sus cintas nunca se verá nada que no encaje perfectamente, nunca se recurrirá a la trampa hiriente de los huesos rotos o las pieles arrancadas. El cine de Haneke es, ante todo, psicológico. A él no le interesa un niño que asesina a su compañera de clase, no se regodea en ello y muchas veces ni siquiera lo muestra. A él le interesa por qué lo hace.

La cinta blanca 
Su cine es un estudio, un ensayo, hipótesis que lanza al aire y que poco a poco, a través de historias inquietantes y oscuras, demuestra sin compasión. Y tiene el poder de traspasar la pantalla, de petrificar al espectador, de convertir a todo aquel que ve sus películas en un elemento más de ellas. Nos ancla en el sofá, nos prepara poco a poco y luego nos deja pensando lentamente, sobrecogidos, quietos, perfectos para rodar un largo plano fijo de nuestro rostro desencajado.

3 comentarios:

Natiala ;) dijo...

Pues tendré que seguir alguna de estas recomendaciones!! jeje

un besiño Chechu, suerte con esta nueva experiencia y a disfrutar de los 23! ;)

Míguel dijo...

Chechu, precisamente, o outro día puxéronnos nas aulas de narrativa, a miña parte preferida de Funny Games... Xusto cando un dos protagonistas marcha facer un sandwich á cociña...

Apertas!

Chechinho dijo...

Migueliño! O primeiro comentario en galego neste blog!

Comeza a resurreción da patria!

Apertas!