10/3/14

Loca admiración por el cuerpo femenino

Poster CanibalCarlos es el sastre más prestigioso de Granada. Un hombre respetable que ha heredado el oficio de su padre. Sus pasiones son el trabajo y la comida, pero no un alimento cualquiera: carne humana, de mujeres desconocidas a las que asesina y descuartiza para guardar el sustento en su congelador. Pero un día conoce a una joven rumana por la que empieza a sentir algo diferente y todo cambia. Así es la premisa de Caníbal, filme de Manuel Martín Cuenca (La flaqueza del bolchevique) nominado a 8 Goyas de los cuales se llevó el de mejor fotografía. El filme también se presentó en el Festival de Toronto, donde recibió críticas generalmente positivas de la crítica internacional.

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El director huye de la truculencia implícita en una historia de estas características y aposta por el “sugerir antes que mostrar”. Por eso, la película está envuelta en una atmósfera de tranquilidad falsa, mientras que la ausencia de banda sonora potencia la sensación de soledad, serenidad y aislamiento que sufre el protagonista. Sin embargo, este estilo aséptico acaba jugando más en contra que a favor de la propuesta, pues el desarrollo de la trama se torna un tanto desangelada y carente de pasión para que sintamos el suficiente interés en el devenir de los acontecimientos y en el protagonista, quien sigue siendo un misterio al finalizar la película.

Canibal

Lo mejor es el notable trabajo de fotografía, alguna secuencia inspirada (la chica acosada en la playa) y las interpretaciones de Alberto de la Torre pero sobre todo de Olimpia Melinte, que cumple con nota el marrón de interpretar a dos personajes muy opuestos, casi estereotipados, y darles entidad propia a ambos más allá del cambio de peluca. Tal es así que ni me percaté de que era la misma actriz hasta que vi su nombre en los créditos de la película. Como símil autóctono de Hannibal Lecter, Caníbal tiene un pase, pero le falta magnetismo y arrebato para colocarse a su misma altura.

6/10

Poster ManiacEn las Antípodas de la contención de la que hace gala Caníbal se encuentra Maniac, remake del slasher de culto homónimo de los años 80 co-escrito y producido por Alexandre Aja, responsable de los remedos de Las colinas tienen ojos y Piraña, que traslada a nuestros días la historia de un solitario individuo que se dedica a asesinar mujeres para luego arrancar sus cabelleras y exponerlas en maniquíes en su apartamento. Un día, conoce a una atractiva fotógrafa que acude a él en busca de ayuda para una exposición, dando pie a una amistad que alterará la ya de por sí deteriorada salud mental del joven psicópata.

Maniac

Desde el prólogo de la película podemos percatarnos de que lo que vamos a ver va a ser muy bestia y que no tendrá reparos de ningún tipo, además de llevar el concepto de la narración en primera persona a un nivel superior: prácticamente toda la historia es contada y vista desde el punto de vista subjetivo del asesino, lo que provoca que los espectadores nos convirtamos en sus involuntarios cómplices y que nos sumerjamos completamente en su mente esquizofrénica Este riesgo creativo se convierte en todo un acierto, pues no sólo cumple con su intención de implicarnos totalmente en la pesadilla sino que está resuelto con brío técnico en el movimiento de la cámara y la compleja coreografía que conlleva el rodaje de cada secuencia.

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El director, Franck Khalfoun, se toma muy en serio los orígenes del relato que está adaptando al otorgar a la película un estilo muy ochentero, valiéndose de una reconocible banda sonora electrónica y confiriendo a la ciudad anónima en la que se ambienta la historia ese aire sucio, oscuro y peligroso del cine policíaco y de suspense de la época. Elijah Wood realiza una interpretación muy loable e inquietante, apoyándose más en el trabajo de voz que en el de su cuerpo, el cual en la mayoría de las ocasiones sólo vemos a través de reflejos, mientras que Nora Arnezeder cumple como ese objeto de deseo que quizás pueda redimir a un ser tan perturbado. Maniac no es del gusto de todos los paladares debido a una violencia explícita con la que nos vemos obligados a apartar la vista de la pantalla en más de una ocasión, pero es perturbadoramente hipnótica y angustiosa. Difícilmente conseguirás borrar de tu memoria algunas de sus escenas más espeluznantes.

7’5/10

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