17/10/17

Crónica del 50º Festival de Sitges

Sitges 50


Por Carlos Rodríguez.

50 ediciones ya. 50 años del mejor festival de cine fantástico del mundo. Que se dice pronto. Y lo tenemos aquí, en un acogedor pueblecito de Cataluña, bien cerquita. Lejos de perder fuelle, sigue reuniendo cada vez más y más aficionados (y profesionales) al cine de género en torno a una celebración que ya es casi ritual para muchos de nosotros.

La presente edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges ha destacado, en lo organizativo, por ampliar un día más su duración. Decisión que sin duda también ha afectado a lo cinematográfico, ya que la Sección Oficial incluye la friolera de 35 películas a concurso. No es este un tema baladí y se sufre a la postre, cuando una vez vistas notamos las carencias de la SO, con un nivel bastante irregular. Lanzo, pues, una pregunta al aire: ¿no sería más sensato reducir el número de películas a concurso, habida cuenta de que hay otras muchas Secciones en el seno del Festival, y en vista de que más de una (y más de dos) parecen ahí programadas exclusivamente por rellenar, afeando el prestigio cinematográfico del Festival entero? Es un problema que llevamos viendo ediciones atrás, pero que al ampliarse el número de películas para la 50 Edición se ha agudizado.

En este sentido, pasamos ya a repasar lo que hemos tenido oportunidad de ver. Hemos encontrado mucha mediocridad, películas más o menos decentes, algunas joyitas destacables y, por qué no decirlo, algún que otro aborto cinematográfico. Como siempre, hay de todo, y más cuando la oferta es tan amplia.

Intentaré quitarme rápido el dolor de muelas, y así podremos comentar lo demás con mayor sosiego. Tragedy Girls. El humor (así en general) es muy arriesgado. Lo que a unos puede hacerle mucha gracia, a otros puede hacerles hasta sufrir. En el cine había mucho de lo primero, pero por desgracia yo me encontraba en lo segundo. Humor forzado, del que busca desesperadamente la complicidad con el espectador, encajando las referencias cinematográficas a la fuerza, sin absoluta justificación en el guion, creyéndose que por enumerar películas de género se está contribuyendo en algo al funcionamiento de la película, o tan solo a transmitir un mensaje. Esto, unido a una trama absurda cuya crítica a las redes sociales y la feroz búsqueda de la fama queda ensombrecida por unas protagonistas que no pueden caerme peor, hace que a más de uno se nos pasen por la cabeza ideas peores que las de sus infames personajes. Acaso intenta ser una especie de The Final Girls, pero bien lejos queda de su homenaje sincero y honesto.

Tragedy Girls

España no ha quedado impune. Jaume Balagueró presenta su nueva cinta, Musa, fuera de concurso, con todos los avales de los que dispone su director. Qué decepción al encontrarme esta suerte de telefilme barato con actores horrorosos (en el peor de los sentidos) y una trama que se va volviendo más y más absurda. Importante mácula esta trasnochada cinta en una filmografía que cuenta con éxitos como REC o Mientras duermes (sí, vale, también con OT: la película y secuelas de dudosa calidad de REC, a las que Musa se acerca) en su haber.

Y a un nivel muy similar, acaso ligeramente superior, también tenemos The Maus (curioso parecido en el nombre con la anterior). Si bien su trama tiene más lógica, los mecanismos en los que se apoya el guion son totalmente fallidos. Se recurre incansablemente a hacernos partícipes de momentos desasosegantes para luego negarlos, volviendo a un punto anterior en la historia, de modo que debemos reinterpretar todo lo visto durante los 5 minutos anteriores como una ilusión o un sueño. Este efecto, bien usado y dosificado, puede ser perfectamente válido. Aquí el abuso es casi insultante. Al final, como en Pedro y el Lobo, el espectador pierde la confianza en el relato, y abandona el interés. Lo que podía haber sido una interesante reflexión en torno a los traumas, a cómo convivimos con los traumas personales y sociales, en el marco de una sociedad dividida por la Guerra de los Balcanes, se queda en una cinta tramposa que al principio sabe generar tensión y que poco a poco va perdiendo interés, hasta su ridícula conclusión.

Maus

Por suerte, acabamos por aquí con España en un año en que, eso sí, podemos observar un repunte de calidad en el cine patrio en general (fuera de Sitges).

Asia, que en años anteriores ha ofrecido una importante y sólida remesa de cine de calidad (recordemos las coreanas de la edición anterior), nos ha dado un poco de todo en esta ocasión. Lo peor, sin duda, la cinta de animación china Have a Nice Day, cuya débil y trillada trama se ve enormemente lastrada por una animación escasa se mire por donde se mire. Los diseños son horribles y la animación, más todavía. Ante esta fealdad plástica, cabría esperar al menos una historia bien hilada, pero el conjunto de personajes es confuso y antipático, limitándose a merodear alrededor de la cinta, soltando frases sin sentido pero con pretensiones de tenerlo.

Have a Nice Day

Elevando el nivel, casi se salva de la quema una sorprendente y arriesgada Sword Master 3D, cuyo director vuelve a adaptar una novela hongkonesa que ya fue llevada al cine en los 70, protagonizada por él mismo. En ella, un maestro espadachín decide fingir su muerte, hastiado de la vida que pretende dejar atrás, pero otro espadachín le busca para matarle. Si bien la historia posee una narración con ritmo, y los personajes una personalidad muy definida (casi simplona), la estética algo hortera y el histrionismo de sus actores pueden hacer que a más de uno le salga sarpullido. Al final obtenemos un conjunto muy ligero, familiar y bastante naif, que no será recordado para los restos.

Sword Master 3d

Por no sobrecargar el texto de infamias, no me extenderé en las del resto de secciones del Festival, bien porque a la Sección Midnight X-treme se le perdonan (Los olvidados, Game of Death, más o menos disfrutables en un contexto adecuado de distensión total, desde el más absoluto abandono de la seriedad), bien por falta de interés en las cintas (Fashionista y Marjorie Prime, importantes ladrillos), bien por no hacer leña del árbol caído (Still/Born, la peor película que he visto en mucho tiempo).

Pero sí me detendré en una de las más celebradas del Festival por la mayoría, cuyo éxito ha culminado, a nivel competitivo, con el Premio a Mejor Guion y el Premio Especial del Jurado: Thelma, lo nuevo de Joaquim Trier. La historia posee a priori suficiente enjundia, a pesar de sus parecidos con Carrie (comparación con la que sin duda sale mal parada), pero falla en su desarrollo, articulando la trama sin apenas puntos de interés, redundando en ciertas temáticas referentes sobre todo a la familia y la religión como elementos represores de los deseos. Los poderes de la protagonista no se traducen en escenas bien medidas; al contrario, alguna que otra más bien sosa, como la de la desaparición de la amiga. La excepción es el último tramo, que posee elementos visuales que potencian el resultado final, aunque para entonces el interés en la trama ya lo tengo totalmente perdido, presa de un conjunto que me provoca constante paramnesia, un quiero y no puedo de drama malrrollero a lo escandinavo no tan original como pretende ser, y tampoco tan intenso.

Thelma

Terminamos así la quema del Festival, pero comenzamos con todo lo recomendable, que no ha sido poco. Seguiremos centrándonos en la Sección Oficial, a pesar de películas más que estimables como la descarnada Hounds of Love, la mágica Lu Over the Wall y la tremendamente imaginativa Poesía sin fin, que suponen sin duda un aderezo muy de agradecer al conjunto del Festival.

El terror puro (si es que hoy día este concepto es siquiera computable) ha tenido muy poca representación este año. Aparte de las ya mencionadas aportaciones patrias, de nivel más que cuestionable, podemos contar las cintas de terror con los dedos de una mano. De las más esperadas, The Ritual. Se trata de una película de trama bastante convencional (un grupo de amigos se pierde en un bosque en el que comienzan a ocurrir fenómenos inexplicables), tomada como excusa para hablarnos, demasiado reiteradamente, del sentimiento de culpa y de la necesidad de redención. A pesar de la impresionante imaginería visual que maneja, no termina de crear una atmósfera lo suficientemente sólida, aunque sí funciona en toda la primera mitad, cuando el misterio todavía no se ha encarnado y permanece insondable. La película falla donde tantas otras: al crear expectación en torno a lo desconocido, se suele decepcionar en el momento de mostrárnoslo. A menudo es más poderosa nuestra imaginación que las imágenes que se pueden conseguir con una cámara. No me estorba la criatura, pero la sociedad de adoración en torno a ella es bastante ridícula. Mención aparte merecen las interpretaciones, con un actor principal ganador del Premio a Mejor Interpretación Masculina que a mi juicio es totalmente inmerecido. De hecho, el gran problema de la película es que el protagonista cae mal, impidiendo cualquier tipo de simpatía o identificación con el espectador.

The Ritual

Elevando un poco el nivel del género, ya solo tenemos dos cintas más: El habitante y Les affamés. La primera es una película mexicana de posesiones. Si bien el subgénero está muy trillado, destaca a la hora de representar la intriga en torno a la posesión, además de nutrirse de una atmósfera que, en momentos puntuales y muy bien medidos, consigue poner los pelos de punta. El mensaje, como en casi todas las películas de posesiones, es un poco meapilas, pero el filme hace gala de un abanico cromático lo suficientemente complejo como para aguantar lecturas de todo tipo, con momentos sonrojantes (ese “te perdono” tan cínico cristiano) y momentos bellamente expresivos en su virulenta exposición del Mal (el momento en que el diablo, encarnado en la niña, trata de tentar al cura, fantástica puesta en escena mediante, o los planos finales, que de alguna forma provocan una reinterpretación del conjunto). Igualmente recomendable es la cinta canadiense de Robin Aubert. Les affamés destaca en su representación del apocalipsis zombi desde un punto de vista realista e inmersivo, ubicando la acción en una zona rural de Quebec. A pesar de que el desarrollo no es todo lo interesante que debiera, y se siente algo desaprovechada, su atmósfera provoca una sensación de peligro palpable, constante, casi desesperanzador. A esto hay que añadir el drama de los personajes, que al menos no molesta, y algunos fogonazos surrealistas y de humor negro que enriquecen el conjunto.

El habitante

La acción este año ha gozado de buena salud. Sus representantes salen bien parados, con cintas entretenidas y disfrutables en mayor o menor medida. De la remesa que ofrece la Sección Oficial, destacan Mom and Dad, Mayhem, Bushwick y, sobre todo, Blade of the Immortal. Las dos primeras tienen en común un humor desenfadado, con un tono de distensión total que no se toma demasiado en serio a sí misma, amén de ciertos aspectos de la trama. Mom and Dad subvierte el subgénero zombis creando una especie de apocalipsis en que todos los padres sienten la imperiosa necesidad de asesinar a sus hijos, perdiendo por completo la inhibición y el control de sus actos. El reparto está muy divertido, y aunque el humor es bastante ligero, rayano lo pueril, te contagian buen rollo. Prácticamente todo lo dicho encaja en Mayhem. Aquí apenas hay subversión, ya que posee una trama de infectados algo estándar, en que los infectados pierden la inhibición temporalmente, pero aporta estructura y ritmo, con una puesta en escena más que solvente que ubica la historia exclusivamente en un edificio de oficinas. Eso sí, el humor es todavía más adolescente que en Mom and Dad.

Bushwick ofrece, en cambio, un tono más serio, casi apocalíptico. No desentona Dave Bautista en este papel que otrora podría haber interpretado perfectamente el tito Arnold o alguno de los de su quinta. La cinta, que él mismo produce, posee un espíritu de serie B que recuerda al de Carpenter en varios aspectos, como en la representación del Mal como entidad colectiva despersonalizada (Asalto a la comisaría del distrito 13, El príncipe de las tinieblas…) o en su panorama musical. La acertada dirección, con predominio del plano secuencia, consigue sumergir al espectador en la acción, de manera que se sigue como un entretenido videojuego, con la suficiente capacidad inventiva para salir indemne de la función.

Bushwick

El género de acción alcanza su mejor nivel gracias a Takashi Miike en su película número 100: Blade of the Immortal, una adaptación del manga del mismo nombre en que un hombre del Japón feudal que ha cometido actos atroces por venganza es condenado a la vida eterna, inmortal; años después, será contratado por una niña para vengar la muerte de sus padres. La ligereza de la historia es compensada con una dirección sorprendentemente fina, un dibujo complejo de sus personajes, y un sentido estructural de la violencia. La batalla final, que se desarrolla por varios flancos, es un prodigio de puesta en escena. Por el contrario, Miike encuentra algunos problemas para justificar las más de dos horas de metraje, que se acaban sintiendo irregulares.

Blade of the Immortal

La gran remesa del festival la han ofrecido los dramas, con mayor o menor encaje en los géneros aledaños, a veces con difícil justificación en su presencia en la SO de un festival de cine fantástico. En esta línea, tenemos películas como El sacrificio de un ciervo sagrado, As boas maneiras, A Ghost Story, Brimstone, My Friend Dahmer y Before We Vanish.

La nueva película del griego Yorgos Lanthimos, El sacrificio de un ciervo sagrado, ofrece todo lo que se puede querer buscar en su cine. Pero, al contrario que en películas anteriores como Langosta o Canino, aquí agota la propuesta, que una vez desvela sus cartas, se vuelve menos interesante por momentos, redundante. Si la primera mitad de película crea un clima de extrañeza como solo el griego sabe lograr, apoyado en una trama con personajes marcianos, un guion bien medido y una banda sonora enorme, la segunda se vuelve irregular y pierde fuelle. Destaca por encima de todo un enorme Barry Keoghan, que se echa la película al hombro en un papel que remite a películas como Teorema o Visitor Q.

The Killing of a Sacred Deer

As boas maneiras se articula en cambio como un fantástico y casi terrorífico cuento de hadas, estructurada en dos mitades bien diferenciadas. La cinta brasileña narra la historia de una madre joven que contrata a una niñera (la auténtica protagonista) para que la ayude con las labores del hogar mientras gesta a su bebé. Pronto entenderemos que el bebé es un hombre lobo. La película es un canto al amor materno, y dibuja personajes entrañables que son puestos en contradicción constantemente mediante pequeños destellos de violencia o diversos actos que subvierten la rectitud moral. Es una pena que, si bien la primera mitad ofrece aire fresco al subgénero de hombres lobo, la segunda esté construida de una manera bastante más convencional y, a la postre, menos sólida.

As boas maneiras

Otra fábula es la que articula David Lowery en su A Ghost Story, un arriesgado cuento de fantasmas de espíritu indie que explora los límites de la memoria humana, de su permanencia, pero también de la culpa, del duelo, de la aceptación y de la capacidad de pasar página. En definitiva, es una película sobre el paso del tiempo. Su propuesta es, como digo, arriesgada, pues la representación fantasmal, empleando el arquetipo infantil de la sábana blanca en la cabeza, deambula a menudo en la fina línea entre la genialidad y el ridículo, y desde luego es una película más para ver en la tranquilidad del hogar que entre una multitud de personas. Si eres capaz de conectar y aceptar la propuesta (me encuentro en este grupo), disfrutarás de un relato circular sosegado, profundo y de una poética sincera. Si no, solo obtendrás momentos de ridículo y exasperación, y su sensibilidad te chirriará constantemente. Muy merecido el Premio a Mejor Fotografía. No creo que se le puedan discutir sus aciertos visuales.

A Ghost Story

Brimstone se adentra en los terrenos de la intriga en una historia de venganza que recuerda a La noche del cazador, que nos habla de la culpa y de la redención en el marco de la moral cristiana, que aquí se ve negada a través del personaje del predicador (enorme presencia la de Guy Pearce, que está mejor que nunca). Se nutre de una estructura narrativa desordenada, in media res, que le viene bien al relato y se sigue con interés, a pesar de una dirección más bien plana, que no obstante consigue momentos puntuales de importante tensión visual y emocional.

Brimstone

My Friend Dahmer nos narra la adolescencia del que a la postre vendría a ser llamado “El caníbal de Milwaukee”, uno de los más famosos asesinos en serie, cuya historia ya había sido llevada al cine anteriormente (haciendo saltar a la fama a Jeremy Renner). Esta es la historia antes de la historia. Se trata de un drama convencional, quizá demasiado, que nos dibuja un personaje fuera de lugar, con problemas para adaptarse a su entorno, que con una familia desestructurada con ciertos antecedentes de enfermedades mentales. La película quiere realizar un estudio sobre cómo se forja la personalidad de un asesino, y se cuestiona qué factores pueden ser más determinantes. A pesar de que la temática es sobradamente atractiva y compleja, a la postre posee muy pocos elementos de interés en su desarrollo. El producto final es más bien plano y reiterativo, y deja más poso por la temática sobre la que se apoya que por ser disfrutable per se. Destaca un creíble Ross Lynch encarnando a Dahmer, en un cambio de registro bastante sorprendente que bien podría haberle valido el premio que se ha llevado The Ritual con Rafe Spall.

My friend Dahmer

Terminando con los dramas, el maestro Kiyoshi Kurosawa nos trae su última película, Before We Vanish. Siempre que el japonés estrena película, hay expectación en torno a ella, y últimamente venía satisfaciéndola en mayor o menor medida, con cintas más que estimables como Creepy, Le secret de la chambre noir y Journey to the Shore. En esta ocasión tenemos un producto irregular, que no tiene muy claro el tono que quiere adoptar, y que da demasiados rodeos para llegar a una conclusión a la que se podría haber llegado con más decisión y claridad. La invasión alienígena que nos muestra, con unos entes que poseen los cuerpos de algunas personas, dibuja personajes que nos recuerdan a ese Dougie Jones de Twin Peaks II, marionetas inadaptadas sin habilidades sociales que acaban teniendo más éxito vital al perder su identidad real que cuando eran ellos mismos. Kurosawa traza un estudio sobre la esencia de lo que nos hace humanos, pero lo realiza de una manera poco atractiva, reiterativa y, a la postre, algo obvia. Es una película estimable, el talento de su director le da para una película aceptable aun estando a medio gas, pero queda lejos de sus éxitos más rotundos.

Before we Vanish

Solo he tenido oportunidad de ver una representante del género de ciencia ficción. Se trata de la cinta The Endless, una película de bajo presupuesto rodada por Justin Benson y Aaron Moorhead. La cinta mezcla elementos de la ciencia ficción más new age con elementos oscuros de terror y de intriga. No es para nada una película luminosa; al contrario, es un relato sucio en que el presupuesto ha determinado por desgracia que el producto final no sea más atractivo estéticamente. Nos narra la historia de unos hermanos, protagonizados por los propios directores, que deciden volver a visitar la comuna-secta en la que se criaron de pequeños. Una vez allí, se suceden los fenómenos paranormales. A pesar de que la historia se sigue con interés, ni es especialmente innovadora, ni especialmente atractiva en su forma expositiva, empezando por los propios directores en su faceta de actores, que son muy muy escasos. Se nutre de algunos destellos de humor y de una tensión in crescendo razonablemente bien medida.

The Endless

Por último, los habituales thrillers nos han dejado dos películas reseñables en la SO, de desigual calado: La villana y Brawl in Cell Block 99.

La villana es el enésimo thriller coreano, el que toca esta temporada. No posee en su trama suficientes elementos de interés o mínimamente innovadores, historia típica de venganza mediante, que se apoya incansablemente en los tópicos del género denotando una tremenda falta de imaginación. Sus aciertos más cacareados se hallan en su arranque y en su conclusión. Efectivamente, la acción adrenalínica está rodada con bastante estilo, pero apenas novedoso: la primera persona ya impactó, y con mucha mayor fuerza, en Hardcore Henry. Se pierde así el factor sorpresa, amén de algunas filigranas técnicas que hacen las delicias de los fans de la acción. Por mi parte, me quedo con el tramo final, menos atado a una propuesta formal tan limitada y beneficiado por el conocimiento previo que ya poseemos de los personajes y sus motivaciones. Todo lo de en medio es largo, anodino y ciertamente tedioso.

La villana

Terminamos la crónica con la gran joya del Festival: Brawl in Cell Block 99, el nuevo thriller carcelario de S. Craig Zahler, director de la excelente Bone Tomahawk. Heredera espiritual de aquella, Brawl in Cell Block 99 se apoya en una estructura narrativa casi calcada a la de su precedente, trasladando la acción del lejano oeste a los barrotes de la cárcel. Protagonizada por un Vince Vaughn especialmente magnético en su física interpretación, el descenso a los infiernos de su personaje nos atrae en todo momento, empatizamos con su drama y queremos seguir sabiendo lo que ocurrirá después, no sin cierto temor hacia lo que está por venir. Zahler, que también escribe estupendamente sus películas, consigue una total comunión entre el espectador y la desesperación paulatina del personaje principal, que no obstante parece tener en todo momento el dominio de la difícil situación a la que se enfrenta, casi como el protagonista de un videojuego que tiene que ir superando diversos niveles de dificultad creciente. Me declaro totalmente afín a su estilo narrativo, aun reconociendo que esta película es claramente inferior y menos memorable que Bone Tomahawk, acaso porque, reconozcámoslo, le cuesta casi una hora arrancar. Pero la paciencia merece la pena, en un relato que se cuece a fuego lento, hasta que finalmente estalla.

Brawl in Cell Block 99

A pesar del bajo nivel de este año, hemos podido extraer algunas pequeñas joyas que han salvado el conjunto. Aunque algunas se han ido sin reconocimiento por parte del Jurado, conviene sean tenidas en cuenta, sobre todo entre el público más afín al fantástico. Por mi parte, solo me queda desear que la remesa de los años venideros ofrezca un repunte de calidad, el repunte que se merece Sitges, Festival en torno al cual celebramos, seguiremos celebrando, siempre que las circunstancias nos lo permitan, nuestro amor por el cine fantástico, año tras año, edición tras edición.

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