7/3/12

El rincón de Chechu: Kurosawa en una piedra

Al volver de la cascada, vi algo azul brillando en el fondo del agua. Parecía una piedra, y me lancé a cogerla. Era una piedra. Una piedra azul que brillaba desde el fondo del agua.

David V. Couto.


Sucede que me canso de ser hombre
, dice un poema de Pablo Neruda. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines / marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro. Kanji Watanabe, protagonista de Ikiru (Vivir), se cansa de ser hombre y camina, perdido, por los cajones ocultos de la noche y el placer, desesperado, buscando una flor detenida que aún tenga el tallo de color verde, una flor que todavía él pueda arrancar y disfrutar y oler, y llevar en la solapa de la chaqueta durante los seis meses de vida que todavía le quedan. Desea parar los instantes y volver atrás, sumergirse en otros ojos y rozar otras pieles, sentir todo lo que el mundo le ha negado con sus montañas de papel marrón, sus paredes aislantes, su rostro el mismo rostro mañana tarde noche siempre.

Vivir

Pero Watanabe no puede y le cuesta darse cuenta de la verdad: su hijo es egoísta y desgraciado, su nuera desliza ya las uñas al papel de los testamentos, su vida se ha apagado porque nunca ha tenido luz, y si la tuvo fue hace muchos años ya. Los bosques de tinta y de pesadez, el aire cálido de un tallarín amarillo, la marca de las gafas en la nariz, el estómago herido de bultos negros que acabarán por fin de devorarlo. Un impulso, un bofetón, la amargura de saber cuándo bajará el telón, es lo único que consigue arrancarlo del letargo de Vivir, de estar pero no ser. Y el pellizco, la angustia, llega demasiado tarde. Tan tarde que Watanabe está cansado ya de ser hombre, igual que lo está Neruda, y entra en las putas y las fiestas con lágrimas en los ojos, mirando irremediablemente hacia sí mismo (hacia atrás, ahora, hacia la muerte), dándose cuenta de que todo es irrecuperable, de que no ha cogido la flor y nunca la podrá coger.

Rashomon

Navegando en un agua de origen y ceniza, sigue Neruda, y recuerdo entonces Rashomon y aquel viaje antiguo del asesino hacia el corazón de las piedras y de los árboles, donde el camino no existe porque el caos se lo come limpiamente, donde está lo salvaje y lo irracional, donde está el hombre violando y matando, instintos primarios y brutales que se desatan en el lugar más bello y también más escondido. En el origen, luz del sol que se filtra entre las hojas, en la ceniza, asco y vergüenza de recomponer una verdad que nunca ha existido. Canción tradicional, olvidada por el paso de los plásticos, gestos exacerbados de locura y placer, miradas serenas de razón y mentira, contacto místico con el dios, con los dioses, que llegan a través del sol que se filtra para regar el mal.

Yojimbo

Sin embargo sería delicioso / asustar a un notario con un lirio cortado, continúa el poema, y llega de pronto Yojimbo con su pueblo deshecho de guerra y espadas, con esa mirada Western que se cruza en otras miradas, preñado de animalidad y naturaleza porque es un samurái y esconde, detrás de su coleta erguida y sus cejas pobladas, años de sabiduría y violencia, de matar a hierro y a hierro morir, quizá, bajo el honor de respetar un código más viejo que el hierro. Allí viven las bandas enfrentadas, los habitantes, alguna mujer y algún esposo, en la crueldad de lo impostado y la falta de respeto, afanados en el control de la violencia por el control del orgullo por el control del dinero. El mercenario decide su camino lanzando un palo al aire. A ese aire, a esa filosofía oculta que acaba con los asesinos y restablece el orden natural del mundo.

Ran

Sería bello / ir por las calles con un cuchillo verde / y dando gritos hasta morir de frío, como el Rey, Ran, que tras dividir su reinado en tres para sus hijos, descubre dolorosamente que la ambición supera el código, que la ambición supera el honor, que la ambición supera la familia, y asiste al espectáculo de ver cómo el manojo de ramas se deshace y es más fácil de romper, y la unión hace la fuerza es un tópico denostado por los entresijos de los hombres. El color como un cuchillo, como un cuchillo verde, porque está la violencia salpicando la historia, detrás, delante, siempre, salpicando derrama sangre roja hierba gritos. Sus hijos se matan, todo se derrumba bajo los pies del Rey, heredero de otra época, de otros valores que han desaparecido ya, de un mundo que se transforma porque lo transforman los hombres mezquinos. Y da gritos hasta morir desesperado, embadurnado del color de los cuadros, moviendo los ojos como un actor inmortal de teatro.

Los sueños de Kurosawa

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, y entonces Kurosawa rodó sus sueños, Los sueños de Kurosawa, para brillar más fuerte en el estanque y que alguien lo viese después de los siglos y se lanzase a por él, para mezclar en paletas de vídeo los colores que siempre había amado, para saltar de la inercia a la salvación, ‘¿Qué haces que no estás pintando?’, del futuro a la condena, ‘Por la noche los demonios lloran porque les duelen los cuernos’, de la tecnología al desastre, ‘Hemos coloreado la radiación para saber qué clase de veneno nos va a matar’, y de la sencillez a la muerte y a la vida, ‘Yo me moriré pronto porque soy mayor y he vivido ya muchos años’. Maravilloso testamento artístico, elevado sobre los hombres y sobre una vida de creador insatisfecho.

Akira Kurosawa2

Hay piedras azules que brillan debajo de las cascadas, pero es difícil verlas, en el medio de la jungla, con todo el ruido y toda la gente que nos rodea. Esas piedras brillan, azules, contra el agua que las cubre y los gritos de la superficie. Lanzan destellos de vez en cuando, si el sol se detiene un instante (el sol es un cuadro, el instante es un cuadro), y la gente las mira, un reflejo, un segundo, hay una piedra azul en el agua, y siguen adelante. Pocos se lanzan a cogerla y pocos la tocan y la sienten. Y poquísimos, nadie, se zambulle en el estanque y en la cascada, en la jungla y en el tiempo y la hace suya, y la guarda y la piensa, la mira porque es un símbolo, una lucha, el fin de un camino, la mira porque es bella y porque es sublime (la piedra es arte, la piedra es vida), y la guarda para siempre en el bolsillo de tela y la lleva de vuelta de los viajes, igual de azul, igual de viva, y se la da a un amigo para que la guarde, la toque, y sepa que es arte y que es luz y que hay que nadar muy lejos para coger la piedra azul.

3 comentarios:

Raquel E. Mediavilla dijo...

Emoción, poesía y arte. Tres conceptos, tu articulo y Kurosawa.

Esplendido. Un homenaje digno a lo que no se pudo decir en la Cineteca.

Anónimo dijo...

Para que se produzca el concepto al que llamamos arte o incluso, la percepción de la propia existencia, debe de haber un sujeto de conciencia, es decir, un observador, y la materia que forma la obra. Así, estamos inseparablemente unidos como partes necesarias de un todo. El hombre le da valor a las "piedras" y tus textos, para un observador consciente, son "piedras" con el valor impagable de lo que pueden significar para él.

Cristina dijo...

Hermoso texto sobre la existencia y sobre el observador que la "piensa". Hay que buscar esas piedras y, como tú dices, lanzarse a por ellas, no seríamos trascendentes si no lo hiciéramos.
Me recordó bastante a lo que hacen los Chamanes. Siempre me ha fascinado su capacidad de observación y concentración, siendo capaces de percibir otra realidad más profunda.
Me ha encantado el texto, gracias por regalárnoslo.