29/11/11

El rincón de Chechu: Peligrosamente banal

Yo sé de psicología lo que puede saber cualquiera que haya estudiado magisterio y comunicación audiovisual. Y que haya vivido veintitrés años, tenga algo de curiosidad por el mundo y unas cuantas experiencias. Aunque también leo libros, de momento no me he metido demasiado en ese tema —académicamente hablando, claro está, porque la mente todo lo inunda y es lo único real, lo que nos hace ver y sentir y pensar, lo que hace, en fin, que existamos y que todo exista—. De todas formas conozco a grandes rasgos, como cualquiera de ustedes, quién fue Sigmund Freud y qué aportes fundamentales realizó en el campo de la psicología, qué ideas revolucionarias lanzó al mundo para sentar las bases de gran parte de la medicina moderna. El psicoanálisis, la interpretación de los sueños, la creencia de que todo problema mental tiene su origen en deseos reprimidos de la infancia, en la resistencia y en la sexualidad. Es decir, en los conflictos inconscientes.

Poster Un metodo peligroso1Pues bien. Me encanta David Cronenberg, sus imágenes viscerales y  punzantes de La mosca, sus ideas desequilibrantes en eXistenZ, el erotismo profundo y el desasosiego de Crash; y me maravilla su evolución, la etapa limpia y fría, violentamente pausada, que comenzó con Una historia de violencia y continuó en Promesas del este. Además, me fascinan todas las actuaciones de Viggo Mortensen. Y también me da un regustillo extraño cada vez que una película trata temas conflictivos, confusos, valientes o culturales. Por lo que he estado esperando mucho tiempo Un método peligroso.

La última película de Cronenberg trata el tema del psicoanálisis desde el propio psicoanálisis: es decir, de forma vertical —relación del psiquiatra y el paciente— y de forma horizontal —relación entre los propios profesionales—. Para esto utiliza, aunque no de primera mano —se basa en una obra de teatro— la correspondencia que Freud mantuvo con Carl Jung, uno de los psicólogos más importantes de la historia, admirador primero de Freud, discípulo después, y finalmente contrario a él y creador de una nueva corriente de pensamiento. Así que esperaba una mezcla explosiva y bestial, un bisturí que diseccionase historia y ciencia, de forma tensa, clara, de la misma manera en que habían sido rodadas sus dos últimas obras. Con Michael Fassbender y Mortensen, y Vincent Cassel como guinda, girando en torno a Keira Knightley, la paciente S. que desencadena la trama y la evolución del método, y con un director atrevido y veraz, intelectual, que actuase de difusor con las complejas ideas que mueven la película y la hacen ser, que tradujese para la cinematografía un campo tan interesante y desconocido por el gran público y que lo hiciese claro, efectivo y desgarrador.

A dangerous method

Pero, ¡oh, decepción de decepciones! Parece que este año estoy abocado al disgusto, después de comprobar cómo apesta Melancolía y después de ver el enorme despropósito que es Un método peligroso. Porque veamos, no sé ni por dónde empezar. Con la de Von Trier seguí unos cuantos puntos, como recordarán, para estructurar el texto. Pero con ésta es más difícil. Más confuso todo.

A Dangerous method4Primero, debo avisar a quien no la haya visto todavía de que no espere lo  mismo que yo. No espere psicoanálisis, no espere inmersión en la mente, no espere disfrutar del método de asociación de palabras o de los mecanismos de evaluación que siguieron Freud y Jung. La película no es profunda, ni revela la naturaleza de los deseos reprimidos y de los pacientes, ni las causas que los hacen pensar como piensan o sufrir un cuadro de histeria. Principalmente, porque no hay pacientes. Ni hay método por ningún sitio. La muestra y la disección se queda en un comienzo prometedor —reventado, eso sí, por el histrionismo ridículo de Knightley— en el que Cronenberg nos introduce a saco en un par de sesiones de psicoanálisis, perfectas estéticamente, con los negros más puros y las texturas más palpables que he visto en mucho tiempo, y esa limpieza de líneas y dirección artística que mostró en Una historia de violencia. Pero tras esto, y después de emocionar al espectador con una prueba de asociación inconsciente que Jung realiza a su mujer, la historia se vuelve burda y banal, superficialmente provocadora, sin ninguna profundidad y con el único aliciente de ver cómo Fassbender azota a Keira Knightley y la pone a mil.

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Luego está el guion, lastrado por el habitual error de narrar lo que se muestra con imágenes, o lo que se podría mostrar con ellas. La estructura epistolar de la película, en lugar de aportar transiciones o puntos débiles originales y de detallar más conceptualmente lo que ambos psiquiatras podrían estar haciendo, se convierte en una lacra definitiva y mortal que transforma la historia en una mera sucesión de plumas y de tinta —eso sí, con bella caligrafía— que transmiten sopor e incluso confusión argumental en ciertos momentos. Además, no se engañen, Cronenberg ha compuesto una obra sobre el enamoramiento de un médico y una paciente, no sobre el tratamiento psicoanalista ni sobre las consecuencias que éste puede tener en los afectados. El doctor Jung no ama a su esposa y se siente atraído por Sabina, y —aquí entra Vincent Cassel y su personaje mal aprovechado— encuentra una excusa para lanzarse a ella en la aparición del doctor Gross, hedonista y sarcástico, adicto al sexo y a las drogas, que hace que su mundo se tambalee y que toda la teoría e investigación en la que cree se desmorone en dos fotogramas. Lo que da al director vía libre para mostrar lo que realmente quiso mostrar: cachetes a la niña enferma que se excitaba cuando su padre le pegaba de niña. Y lo que deriva en otro patinazo: la fugaz aparición y desaparición de Cassel en la historia y el consecuente vacío narrativo que ello implica.

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Pero no se vayan todavía, porque hay más. Una interpretación de los sueños que cualquiera podría leer en una revista esotérica: ‘Cuénteme usted su sueño, señor Jung’, dice Freud, y Jung contesta ‘pues había un caballo blanco que intentaba avanzar, pero un carruaje se lo impedía’, a lo que responde nuevamente Mortensen, ‘el carruaje es su mujer, y usted es el caballo, tiene usted represiones sexuales fuertes y no asimila correctamente a su familia’. Vamos, así de profesional, tal como podría habernos dicho Aramis Fuster. Y yo, que no sé nada de psicología pero tampoco soy imbécil, me quedo estupefacto y pienso que Cronenberg podía haberse tomado su película más en serio, y darle importancia a lo que realmente la tiene, porque para interpretaciones chorras ya estamos todos y para azotes en el culo tenemos otro tipo de cine.

A dangerous method6
Y todavía me falta la absurda, ridícula e histriónica interpretación de Keira Knightley, sacando la mandíbula inferior en primerísimos planos hasta niveles de romperse de risa, haciendo muecas de payasa y cargándose —aunque tampoco importa demasiado, viendo la calidad final— todas las escenas en las que aparece. Si bien es cierto que las víctimas femeninas de histeria muestran esos síntomas, también es cierto que el lenguaje cinematográfico es algo diferente, y que de la misma forma que no se escriben diálogos tal como se habla en la vida real porque quedan forzados y precisamente irreales —cualquiera que haya estudiado literatura o guion lo sabe—, no se debe imitar una interpretación de la vida real, porque el resultado es forzado y estúpido en ciertas ocasiones. Así que debería decirse en este caso que el fallo es más de la dirección de actores que de la pobre Keira, aunque se esfuerce en parecer una chalada a cada plano.

David Cronenberg 
Y no sé qué más decir de Un método peligroso. Cronenberg me ha decepcionado. No por la estética, que sigue siendo impecable, sino por la intención de su obra y la ligereza con que se ha tomado algo que quizá le venía grande. Seguramente lo que el público debería apreciar de esta peliculilla es la prótesis nasal de Viggo Mortensen, la cantidad de tinta que se gastaba en cartas a principios del siglo XX, lo negros que son los caballos, la capacidad de Keira Knightley para hacer reír, el esmero de Michael Fassbender en aporrear las nalgas de una mujer, el bombo gigantesco que lucía la mujer de Jung, o la pinta de colgao que tiene Vincent Cassel. Yo, ingenuamente, esperaba algo más del director de la descomposición humana. Esperaba psicología hecha cine. Esperaba la traducción perfecta de algo puramente científico e intelectual a una de las formas que más amo, esperaba la desestructuración de la mente, las causas de la neurosis, el método de la asociación libre, las luchas internas entre investigadores, la revolución humana y cultural que supuso aquella época y supusieron aquellos hombres. Y me he encontrado con una viciosilla y un par de personajes planos y acartonados. En fin. Quizá haya cometido el error de creer que el conocimiento y la ciencia podían haberse vuelto arte, que el cine todo lo transforma y todo lo transmite. O quizá me tome todo demasiado en serio, y la vida sea una broma banal, un par de azotes y un paseo en barco.

2 comentarios:

Raquel E. Mediavilla dijo...

Para mi también fue una decepción, aunque leyéndote creo que en parte la cosa pueda estar también en la propia decepción que es el psicoanálisis... en realidad da para mucho más de lo que muestra esta película, pero tampoco vayamos a imaginarnos experimentos brutales, porque esos pertenecen a los conductistas... Cuando hablas de como uno le cuenta sus sueños al otro y en consecuencia lo poco profesional que eso parece, en la realidad es tal cual, es lo que Freud hacía en verdad, el problema es que se queda solo en eso, una lástima.

El guión de esta película no hay por dónde cogerlo, termina y te preguntas... ya, pero¿qué me querías contar?¿sexo, amistad o psicoanálisis? Trata los 3 temas, pero ninguno me queda claro.

PD: Nunca me había fijado hasta ahora, pero Knightley es un poco muesa... aún sin interpretaciones dudosas.

Cristina dijo...

¡De acuerdo 100% contigo Chechu! Fue una gran decepción.
Además, me reía un montón con los gestos de Kightley, la pobre ya es de mandíbula inferior prominente y la acentúa hasta un límite de risa.
Cuando Jung le pregunta por el sueño y Freud le da su parecer ¿te das cuenta que ni lo piensa un segundo? Es como tú dices, Aramís Fuster...hahahaha...
En fín, habrá gente a la que le encante, a mí me pareció mediocre.
Otra cosa: ¿te das cuenta que siempre se sientan en el mismo banco?
Saludos!